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Málaga 2025 | Manolo Solo y Maria de Medeiros paran el tiempo en 'Una quinta portuguesa', un precioso drama sobre la identidad y la bondad

La directora valenciana Avelina Prat compone un sutil y delicado ejercicio de humanismo en tiempos convulsos con la historia de un profesor que acaba de jardinero en un campo portugués

Málaga

La fantasía de parar, de desaparecer, de empezar de cero, de convertirse en otro y coger una nueva identidad empieza cada vez a ser un anhelo más común en sociedades que han aumentado su velocidad, su estrés y las presiones sobre los individuos. Por eso no es casualidad que dos películas, completamente diferentes, de esta sección oficial a concurso del Festival de Málaga, propongan a dos protagonistas que paran su vida y su mundo, para refugiarse en entornos rurales, más pequeños y cerrados, donde nadie les conoce, pero donde pueden volver a ser ellos mismos y conseguir lo que ansiamos todos, la felicidad.

La directora Avelina Prat, que había trabajado durante años como script en el cine español, debutó en 2022 con Vasil, una historia de personajes perdidos con buen corazón. A ese tono, tranquilo y buenista, vuelve en Una quinta portuguesa, una película rodada en España y en Portugal, con actores como Manolo Solo y María de Medeiros. La historia parte de un suceso real, la de un hombre que fue declarado muerto 20 años después de desaparecer voluntariamente y luego apareció para decir que estaba vivo. "A mí lo que me interesa es si e posible realmente dejar atrás todo y vivir la vida de otro, pues estamos muy limitados, pero no paramos de ver otras vidas en los libros o en el cine. A la vez la identidad la conforma todo lo que nos va sucediendo a lo largo de la vida, aunque cambies de contexto, de lugar, de entorno. Llevas una mochila y, por supuesto, sigues siendo tú, pero todo tu contexto y todas esas viviendas te van conformando y al final eres la suma de todo eso", cuenta Prat.

Un suceso repentino, la desaparición misteriosa de su mujer, una emigrante serbia, pone patas arriba la vida del anodino y metódico profesor de Geografía e Historia que interpreta Manolo Solo. El personaje decide entonces dejarlo todo y viajar. En ese viaje se encuentra con un tipo que le habla de una quinta en Portugal donde acudirá a trabajar como jardinero. Muere repentinamente y nuestro protagonista no duda en tomar su identidad y marcharse a esa finca que regenta una mujer. A partir de ahí la autora traza un precioso ejercicio de humanismo con una historia que no habla tanto de escapar, sino de la posibilidad de ser otro y a la vez uno mismo, de familias elegidas, de escucha, empatía y bondad. En tiempos de crispación, ruido y discursos de odio, Avelina Prat ofrece algo profundamente revolucionario y político, confiar en el otro.

"Hay una dimensión política, todos tenemos claros los límites del individualismo y eso de que se impongan el más fuerte. Pero a través de la escucha del otro podemos vislumbrar alguna cosa de nosotros y, por supuesto, nunca somos una definición simple de nosotros mismos. Todos transportamos varias identidades que van fluctuando y haciéndose a lo largo del tiempo, varias heridas y solo, efectivamente, en esa dimensión de confianza que le damos al otro para poder escucharlo y recibirlo nos podemos acercar a algo de sabiduría. Y también es político que Avelina haga esa pausa para poder reflexionar y hablar de nosotros, para que esos personajes se cuenten historias, jueguen a las cartas y se lancen pequeños desafíos", responde María de Medeiros, fantástica en su papel de una mujer culta y refinada que ha heredado esa finca.

A su lado brilla Manolo Solo en un trabajo tan emotivo como preciso. La de ese profesor que encuentra su paz y tranquilidad entre flores. "La película tiene el toque exacto, sin pasarse de azúcar, de poesía, de humanidad, me parece muy muy complicado y Avelina lo sabe hacer especialmente bien en esa. El personaje encuentra un sitio donde trasplantarse literalmente. Es una metáfora bastante literal y encuentra un sitio donde las personas parece que se respetan, cada uno con sus tiempos, sus silencios y sus heridas y sus pasados. Hay cierta armonía, nada forzada, nada sentimentaloide ni almibarado, pero que rezuma una humanidad que a mí me me traspasaba", cuenta el actor, que presenta en este festival varios títulos y que es, desde ya, firme candidato a una Biznaga.

'Una quinta portuguesa' es una historia sobre segundas oportunidades, sobre coger y cambiar de vida cuando ya no eres tú mismo, ni en la ciudad, ni en tu casa, ni en tu trabajo. Es también una historia de amistad y de perdón, donde para avanzar hay que sacar y explicar los secretos de una mismo. La película está plagada de detalles, de gestos, como esa casa del profesor donde el lugar habitualmente reservado a la televisión lo ocupa un mapa, o con la ausencia de pantallas, también con un firme voluntad de poner freno a este mundo acelerado con la pausa que exige la tierra, el huerto y la labranza. A eso suma Avelina Prat una calidez y hondura a cada personaje en una historia donde no hay antagonistas, hay personas con sus circunstancias y motivos en una cadena de migraciones con las que no viene a decir que todos lo somos de alguna manera. "El tema de la migración me parece uno de los grandes asuntos de hoy en día. Y hay muchas maneras de cambiar de lugar, de transformarse, de cambiar en la vida", concluye sobre 'Una quinta portuguesa', una historia que también puede leerse como una metáfora del cine, pues ¿acaso no es el séptimo arte una forma de vivir las vidas de otros, de la olvidar la nuestra y de parar la velocidad del día a día?

Gracia Quereja adapta a Rosa Montero en 'La buena suerte'

Precisamente, de pararlo todo y de huir de uno mismo habla también la última película de la veterana directora Gracia Querejeta. Ganadora de la Biznaga en Málaga con 'Quince años y un día', la directora vuelve con 'La buena suerte', una adaptación de la novela de Rosa Montero que aúna crítica social, drama intimista y cine negro. Un arquitecto de éxito se baja de repente en una estación perdida en la España de interior. En un pueblo pequeño, donde no conoce a nadie y, más importante, nadie le conoce, decide empezar de cero. Comprar un piso y vivir allí, alejado de su día a día, de su teléfono móvil que no para de sonar y de sus problemas familiares.

Hugo Silva protagoniza esta historia de un padre que sufre la violencia de su hijo y que debe enfrentarse a aceptar que tiene un hijo delincuente. Un tema que interesó y mucho a una directora que en sus películas siempre ha abordado las espinosas relaciones y dinámicas familiares. "Me atrapó el tema de esa violencia intrafamiliar de la que muy pocas veces se habla en el audiovisual, sí en los periódicos. Es esa violencia que ejercen algunos hijos sobre los padres. Es una película que habla del terror de la paternidad cuando tu hijo es un asesino y de cómo el amor de alguna manera te puede ayudar a enfrentarte a una situación como esa", dice Querejeta. 'La buena suerte' es también una historia de amor entre gente que se encuentra de repente, que no tiene nada que ver, pero mucho que ofrecerse, como demuestran en el film los personajes de Megan Montaner y Miguel Rellán.

 

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