Málaga 2025 | Mario Casas firma su mejor papel en 'Muy lejos', el emotivo viaje de reconciliación de Gerard Oms
El actor protagoniza el potente debut del cineasta catalán, un drama que bebe de la mejor tradición del cine social europeo para retratar la inmigración, la búsqueda de identidad y la sanación de uno mismo y con su entorno

El director Gerard Oms (d) junto al actor Mario Casas (i) posan en el photocall de la película 'Muy lejos' que se presenta este domingo durante el 28º Festival de Málaga. EFE/Daniel Pérez / Daniel Pérez (EFE)

Málaga
Decía el sociólogo Arjun Appadurai que las identidades se han trastocado completamente con la globalización que ha desbordado la idea de modernidad y roto los límites de todo. En esa idea de la identidad difuminada, extraviada o desbordada indagan dos de las películas que este domingo compiten por la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga. En una de ellas, Los Tortuga, la segunda película de Belén Funes, sus personajes buscan esa identidad en el pasado, en las raíces, en el pueblo, frente al caos de la ciudad. En Muy lejos, del debutante Gerard Oms, el personaje interpretado por Mario Casas encuentra su identidad al salir de casa, al viajar fuera de España y salir de su entorno.
Gerard Oms lleva trabajando décadas como coach de actores. De hecho, Mario Casas le dedicó el Goya por No matarás, pero quería levantar esta historia personal que ahora presenta en el festival. Es la historia de un joven que viaja a Utrecht junto a su hermano y un grupo de hinchas del Espanyol a seguir a su equipo de fútbol. Antes de coger el vuelo de vuelta a Barcelona, sufre un ataque de ansiedad y decide quedarse en la ciudad, y tira la cartera con toda la documentación. Incapaz de explicarlo a su familia y a sí mismo, corta el contacto con el pasado, con su identidad anterior y comienza a crearse una nueva que se basa, básicamente, en sobrevivir en un país del que no conoce ni el idioma ni su idiosincrasia.
Mario Casas está impresionante en un papel en el que transita de la seguridad y la virulencia a la ansiedad y la fragilidad, convirtiéndose en uno de tantos migrantes que debe sobrevivir a la precariedad, el racismo y el clasismo del norte de Europa en época de crisis económica. Como en todo, incluso en entre ellos hay privilegios, el del marroquí que no tiene los papeles, a diferencia del ciudadano español, que tiene pasaporte europeo, pero a su vez, el friegaplatos español está por debajo del español que va al Cervantes. La muestra de que la clase es inseparable del resto de identidades, pero que esas identidades son también determinantes en la posición social.
"La película tiene una voluntad muy política desde la escritura de guión, el punto de partida es mi propia experiencia en los Países Bajos. Yo cuando llegué allí, los que me tendieron la mano fueron las minorías, la gente que venía de Marruecos, gente que venía de Surinam. Entonces la historia está atravesada por todas estas realidades y, por eso, tras el cansting se inició un proceso de reescritura y diálogo con todas estas personas. Yo no podía contar una realidad de una persona marroquí sin escuchar qué tenía que decir una persona marroquí que había pasado por esto. Creo que la película habla honestamente y de una manera transversal de la inmigración, desde mi propio punto de vista y desde el de los otros. Hay inmigración de primera, hay inmigración de segunda. Yo estuve allí. Yo era inmigrante, pero yo era una persona blanca, una persona que venía de Europa. Trabajé en un restaurante árabe donde yo era la última persona en esa cocina. Esta peli va de mirarse en el otro, de mirarse en el diferente y aprender de ello, extraer de ese conocimiento", explica el director.
Es en ese entorno, donde nadie le conoce, donde debe empezar de cero, y donde la preocupación principal es la material, donde empieza a entender que la masculinidad hegemónica heteropatriarcal que basa su identidad, no es la suya. De manera sutil, con cámara al hombre, emulando el cine de los Dardenne, Oms va contando el camino del personaje hasta encontrarse a sí mismo, lejos de todo "El motivo por el cual yo escribo esta película es para responder a una pregunta. Y la respuesta es la película. La pregunta es por qué una persona de mi generación, una persona que ha nacido en un lugar, en una familia de amor y progre, no puede aceptar su orientación sexual durante la España de los 90 y principios de los 2000. La película habla reflexiona sobre pertenecer al grupo. Tú quieres pertenecer al grupo, quieres que el grupo te quiera, no quieres que el grupo te eche. Y por otro lado, la falta de referentes que había en este país en esa época. Yo sacaba la cabeza como chaval y miraba el mundo, y veía el gag del maricón de 'Martes y 13', a Tom Hanks muriéndose de sida en 'Filadelfia' o, más cercano, en el barrio donde yo vivía en Granollers, el peluquero del pueblo murió de sida en el 92. Era el primer entierro al que iba. Entonces era muy difícil salir del armario, allí imperaba el miedo y se callaba. La película nace de generar un referente que yo no tuve", relata emocionado Gerard Oms tras la fantástica acogida de la película en Málaga.
El desarrollo del personaje es emocional pero también profundamente físico. El actor completa una de las mejores interpretaciones de su carrera en este viaje de autodescubrimiento en el que se va desprendiendo de esa carcasa con la que llegó con sus colegas a ver un partido de fútbol. El punto de partida, con el que el director también le brinda un pequeño homenaje a su padre, también le sirve para explorar esa masculinidad castrante del grupo que impide que uno encuentre su identidad. "Preparamos el personaje desde lo físico. Para mí era importante deconstruir físicamente al personaje. Hay un momento en la peli donde él se mira al espejo y empieza a moverse. Y dices qué está haciendo, es como que se está desprendiendo también de una armadura que ha creado", confiesa entre risas con Mario Casas, quien se apuntó, y arrastró al director, a clases de danza contemporánea durante un mes. El intérprete logra transitar todos esos estados en una composición realista y naturalista, muy alejada de otros papeles de mucha técnica, y con un rodaje abierto a dejarse fluir a otro tipo de cine.
"El grupo en el fútbol tiene algo muy pasional, hay algo muy de amor y hay algo muy de sentimiento de pertenecer. El fútbol es un lugar de ritual, es un lugar de tribu y es un marco perfecto para meter a un personaje que pertenece a un lugar y que siente que las cosas están cambiando. El mundo del fútbol es un lugar muy heteronormativo, no estoy desvelando ningún secreto, y me gustaba que el personaje disfrutara del fútbol y no renegara de él. Sigue jugando al fútbol en esa ciudad, no por ser homosexual no te puede gustar el fútbol. Hay tantas masculinidades como personas hay. Y la de este personaje empieza en un lugar de asfixia y termina en un lugar más de oxigenar, en un lugar más tierno", cuenta el director mientras Mario Casas asiente a su lado agradecido por la generosidad de ambos.
Gerard Oms traza así un retrato sensible del viaje interior de este chico perdido en un mundo donde los viejos principios ya no valen, pero como decía Gramsci, no hemos creado los nuevos, esos en los que sostener las identidades desbordadas en un mundo globalizado. De hecho, Muy lejos es también el retrato de un país y una generación que todavía no se ha recuperado de aquello. "Al final esta yo creo que es la historia de una persona que está equivocada, que ha crecido equivocada y que este viaje le va a servir para aprender varias cosas, a ser menos racista, ser menos clasista, a ser menos machista, a ser menos homófobo con el otro y consigo mismo, porque él practica esta homofobia con él mismo, él se maltrata. Entonces hay una sanación, no solo con él, sino que trasciende también a la familia", concluye el director.
El duelo también entiende de clases
En el caso de Los tortuga, Belén Funes, trata de ubicar a sus personajes entre la ciudad, lugar al que fueron para buscar un futuro mejor, y el pueblo, el campo del que salieron y que añoran. La directora cuenta el duelo de una madre y una hija que acaban de perder al padre y marido. Por eso vuelven al pueblo de Jaén con toda la familia paterna. Un choque de mundos, entre esa madre descreída, que no acepta la muerte de su pareja, que quiere alejarse de allí cuanto antes y volver a Barcelona, y la familia, tradicional y que trata de que la joven se quede allí y no pierda sus raíces. "Es una película que se parece mucho a mí, rodada entre Barcelona y Jaén, como a mí me han criado. Está en mi ADN y está en el de la película. Hemos intentado todo el rato traer al presente esta historia de migración. Los procesos migratorios han durado mucho, hubo en los 70, en el 92 y ahora se está produciendo de las ciudades al campo. Las ciudades se han convertido en lugares más irrespirables y la ciudadanía solo está buscando andamiajes para seguir cuando se consumen todos los recursos de un territorio", responde la directora
En medio de todo eso aparece el contexto social, que influye en lo que somos, en lo que soñamos en lo que lloramos. Una carta de la inmobiliaria les avisa de que tienen que abandonar el piso, porque el edificio, como tantos en Barcelona o Madrid, ha sido adquirido por un fondo buitre. La directora, como hizo en La hija de un ladrón, su brillante ópera prima, escrita junto a Marçal Cebrián, deja que el espectador observe la realidad social e íntima de sus protagonistas. Es el espectador el que asimila las dinámicas de una familia extensa con olivos, y las relaciones y las culpas ocultas. Ahí es donde brillan las dos actrices protagonistas, la chilena Antonia Zegers, a la que hemos visto en las películas de Pablo Larraín, y la joven Elvira Lara.
Madre e hija son exiliadas de todo. "El personaje lleva a cabo dos procesos de despatriación. Ella abandona Chile, se va a vivir a España, se enamora de un andaluz y tiene una hija catalana, pero Cataluña no la sostiene, no puede pagar una vivienda en la ciudad de Barcelona, pero tampoco puede regresarse a Chile. Entonces a mí me gustaba este abismo del personaje", cuenta la directora que, además, confiesa que su deseo primario de fuera chilena fue por poder trabajar con Zegers. "La intimidad siempre está cruzada con la vida política, con el entorno", añade la actriz. Y precisamente quizá lo más político e interesante es la idea de esa chilena que se siente catalana, pero que vive en una ciudad donde tiene que hacer largas jornadas de trabajo en el taxi para poder pagar un alquiler. Una ciudad que prefiere a los buitres antes que a los ciudadanos.