Jaime Rosales: "En la cartelera actual hay muy poco cine"

Jaime Rosales descubrió la ciudad de Morlaix, en la Bretaña francesa, cuando presentaba en el país vecino, hace unos años, su película Petra. Y en esa localidad decidió rodar la historia de este film que ahora se estrena y que se titula así: Maorlaix. Un largometraje que, según dice el director, ha realizado de una manera radicalmente libre. “Francia es una cinematografía que da mucha libertad y a mí esta película me ha llegado en un momento en el que, como espectador, estaba bastante aburrido de ver una serie de temas que vienen de una agenda política y que se han colocado en el centro de las películas”, nos cuenta. Y añade: “Veo una película y ya sé lo que me van a contar. Ya sé el punto de vista y ya sé cómo va a acabar. A mí se me presenta la oportunidad de rodar una película en Francia, con esa libertad y lo he aprovechado”, explica. En Morlaix Jaime Rosales juega con distintos formatos cinematográficos. También conjuga el color, el blanco y negro y la foto fija. “Me he emancipado de las formas. Había días que me levantaba pensando que la película tenía que ser en blanco y negro. Otros que tenía que ser en 4/3 y en color. Y me dije: pues oye, todo para dentro. Creo que es una película muy libre, pero también con una estructura muy sólida”, afirma.

Morlaix es una historia de amor. Gwen, la chica protagonista, interpretada por por Aminthe Audiard, sobrina nieta de Jacques Audiard, el director de Emilia Pérez, es una adolescente que acaba de perder a su madre y, aunque tiene novio, se siente atraída por un nuevo chico del instituto, Jean-Luc, al que da vida Samuel Kircher, hijo de la actriz Irène Jacob. Una trama que da pie para que Jaime Rosales hable de las dudas, las aspiraciones, los miedos y las ilusiones de los adolescentes y su relación con la muerte. “Me parece que los jóvenes están viviendo un momento muy interesante y, por otro lado, creo que están mal comprendidos por los adultos. Me parece que están mucho más preparados; son mucho más inteligentes y mucho más cultos de lo que nos pensamos. Era una sospecha que tenía y que se confirmó cuando hice la película y, desde luego se ha vuelto a confirmar ahora, cuando he presentado la película en las universidades. Me he encontrado con unos jóvenes que han conectado muchísimo con ella. Me han hablado con unas interpretaciones muy personales, muy agudas y cultas”, afirma el realizador catalán.

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Jaime Rosales tiene 55 años. Debutó como director de largometrajes en 2003 con Las horas del día y triunfó en los Goya de 2008 con La Soledad. Ha abordado el tema del terrorismo de ETA en Tiro en la cabeza y la precariedad juvenil en Hermosa juventud. En sus películas ha tocado, por tanto, temas políticos o sociales. Sin embargo, en Morlaix, dice que ha querido huir deliberadamente de todo discurso político. “Siento que hay una colonización de lo político en todas las esferas de lo humano. Y era una manera de responder a esa colonización”. Y se pregunta: Ah sí ¿Queréis ocupar todas las esferas? Pues voy a hacer una película en la que no se va a hablar de nada político. Van a estar hablando sin parar, pero de ningún tema que está en la agenda social en estos momentos”. En Morlaix hay también una reflexión sobre el propio cine, uno de los temas favoritos de Jaime Rosales. “Dicen que el cine está en crisis, pero el problema del cine no es que no haya películas; no es que no haya salas y yo diría que tampoco es un problema de falta de espectadores. El problema es que todas las películas son iguales porque todas proponen lo mismo y buscan el mismo tipo de espectador”, afirma apasionadamente. “Y esa es la crisis de la que hay que salir. Yo he hecho una película que se aleja de esa ortodoxia y de esa uniformidad. Es una película que no la hemos hecho con mucho dinero, pero es una película cuya ambición es salvar el cine y salvar al espectador”, dice.

Y es que el cine de Jaime Rosales no busca liderar la taquilla sino encontrar, al menos, a un buen puñado de espectadores. “Por un lado, como cineasta, quiero llegar al máximo de gente. Y, al mismo tiempo, no me importan las cifras. Como decía Henri Langlois, el creador de la Cinemateca francesa, es suficiente llegar al corazón de un espectador. Y si hay alguien que, a través de una de mis películas, ha descubierto algo de sí mismo y ha tenido un efecto transformador, yo he cumplido y estoy satisfecho”. El director barcelonés diferencia el verdadero “cine” de lo que se proyecta en muchas salas; en las pantallas de televisión a través del streaming o incluso en los Festivales. “Creo que en el Festival de Málaga van a proyectar 240 películas. ¿Por qué lo llaman Festival de Cine si no van a proyectar cine sino otras cosas? Que no le llamen Festival de Cine porque confunden. Cuando el cine es cine, no hay ningún problema. El espectador recibe ese estímulo para viajar, para pensar y para intercambiar ideas. Creo que en la cartelera actual hay muy poco cine. Mi película, a lo mejor, va a acabar siendo la única película española de todo el año que sea cine. Y es medio francesa”, concluye.