Hambre para sanidad, educación, cultura y prestaciones sociales

Madrid

Hay que gastar más y más en armas. Para defendernos no queda otra, nos dicen. Que nadie ose preguntar, ni siquiera dudar. Pongan ustedes 800.000 millones para las guerras que vendrán y a callar. ¿Y por qué 800.000?, ¿por qué no 600.000 o 1000 millones?, ¿de dónde sale esa cifra tan redondita?, ¿dónde irán a parar?, ¿a quién mataremos con todos esos euros el conjunto de los muy nobles europeos? A Putin no creo.

Perdonen las preguntas tontas que me hago de buena mañana, pero, ¿cómo se pagará todo esto? Ya no digo quién lo pagará, ya sabemos que ese dinero saldrá de nuestros generosos y solidarios bolsillos. Y sin debate, sin información, de repente somos súbditos y no ciudadanos porque el enemigo acecha. Que no lo niego, pero a lo mejor deberíamos ser consultados ante un cambio de rumbo de esta envergadura. Pero, ¡ay del que ose emitir un pero! Será tenido por ingenuo, pacifista pasado de moda o pro Putin, cruel insolidario con Ucrania. Todos preferimos la mantequilla a los cañones, dice Borrell, pero sin cañones a lo mejor no podemos tener mantequilla.

El problema es que una parte de los europeos hace tiempo que se tienen que conformar con margarina de la más barata e insalubre y que las armas de hoy pueden convertirse en hambre para mañana. Hambre para sanidad, educación, cultura y prestaciones sociales.