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Noémie Merlant y sus mujeres gore al borde de un ataque de nervios

La actriz francesa dirige ‘Las chicas del balcón’, una comedia sudorosa contra la sexualización de las mujeres

Fotograma de 'Las chicas del balcón' / CEDIDA

Fotograma de 'Las chicas del balcón'

París

Algo cambió en la vida de la actriz francesa Noémie Merlant cuando protagonizó Retrato de una mujer en llamas. Aquel papel de una pintora que se enamora de la mujer casadera que debe pintar fue un punto de inflexión político y artístico. Tanto que esa historia le ha influido en el guion de su segunda película como directora, Las chicas del balcón, que ha escrito junto a Céline Sciamma. “Es maravilloso trabajar con ella, es divertida, muy inteligente. Tiene tanto humor que trabajar juntas es muy divertido. Somos amigas cercanas y es fantástico cuando puedes trabajar con tus amigas”, dice la directora en una entrevista en la SER en Unifrance, en París, sobre la directora que le ha influido en varias cuestiones de esta película, entre ellas romper la mirada masculina hacia los cuerpos de las mujeres.

Las chicas del balcón, proyectada en el pasado Festival de Cannes, y que se estrena este viernes en cines de la mano de Filmin, es una comedia sudorosa rodada en el caluroso verano de Marsella y un homenaje a Pedro Almodóvar. Los gritos y correrías de estas mujeres tienen mucho que ver con los de Carmen Maura, Rossy de Palma o María Barranco en Mujeres al borde de un ataque de nervios. “Me encanta el cine que mezcla distintos géneros. Me encanta Almodóvar por ejemplo. También un cierto cine coreano que mezclan el absurdo, el humor y el thriller. Hay algo que me encanta en esa mezcla que tiene que ver con la sensación de estar en una montaña rusa. Hay un punto liberador, en el que no te tomas en serio. Quería hacer eso en esta película, usar el género para contar un tema serio, con humor, con algo de gore”.

Con esa idea desarrolla la historia de tres amigas que, juntas, se sobreponen a la violencia de los hombres contra las mujeres. “La idea viene de algo real, que me pasó. Que tiene que ver con la comprensión de un trauma que creo que había metido debajo de la alfombra y de repente salió. También de hablar con mis amigas de todos esos traumas, sobre experiencias de mujeres que por fin podemos expresar y contar y escuchar y hacerlo también con humor y con distancia”, asegura la directora, que no tiene miedo hablar de cine político. En un bullicioso barrio de Marsella azotado por una ola de calor, tres amigas y compañeras de piso sin aire acondicionado, miran al vecino del balcón de enfrente. Hasta que una noche de copas en su casa se convierte en una situación sangrienta. “Es una película que habla de mujeres, es una historia universal, porque las historias de violencia sexual ocurren en todo el mundo, lamentablemente, desde siempre. No sé, es como las historias de hombres sobre la guerra, que son universales, pues esta lo es a su manera. Por supuesto, hay algo político en la historia, estamos en una sociedad patriarcal que oprime a las mujeres, así que inevitablemente la historia es política”.

Sobre todo, Las chicas del balcón es una oda a la amistad femenina. “Creo que en nuestra sociedad colocamos a la pareja y la familia en el centro, como el éxito a lograr. Creo que para todos, hombres y mujeres, la amistad es algo que nos ayuda y que es esencial en nuestra vida. Sin embargo, es cierto que las representamos menos. Sobre todo en el caso de las mujeres, las hemos mostrado de manera dividida y esa no es para nada mi experiencia. Yo lo que he vivido es que las mujeres se ayudan, se aman, se escuchan, aunque sean diferentes. Es lo que quería mostrar, cómo podemos salir de lo malo gracias a la amistad”. En su segunda película como directora, la actriz decide jugar abiertamente al trazo grueso para liberar a sus protagonistas, tres mujeres excéntricas y que buscan resetear su vida: una escritora, una actriz vestida como Marilyn... La comedia va acabando en algo lleno de sangre y acción, en una especie de catarsis colectiva, donde las mujeres subvierten el poder masculino y de paso acaban con la masculinidad tóxica. Con todos esos mimbres, Noemíe Merlant muestra los cuerpos de las mujeres. Es verano, están en casa, se quitan la camiseta, se refrescan y bailan al ritmo de una canción de Concha Velasco. “La encontré por casualidad y no me la podía sacar de la cabeza. Además creo que pega muy bien con la película”, explica sobre ‘Ay qué calor en la ciudad’.

En ese retrato de los cuerpos femeninos, la directora evita en todo momento sexualizar los cuerpos de las actrices. “Para mí era importante no esconder el cuerpo, porque me interesa la desnudez, es algo que forma parte de mi vida. Así que lo que hice es que me aseguré de iluminar los cuerpos de hombres y mujeres por igual y de que los cuerpos fueran bellos pero naturales, porque yo cuando estoy desnuda no meto barriga”. Como Sciamma, también Merlant ha roto con la mirada masculina, esa que contaba Laura Mulvey cosifica a las mujeres y de la que es difícil salir. “Ha sido interesante pensar en cómo hacerlo. Cómo permitirte mostrar los cuerpos de las mujeres sin sexualizarlos. Creo que tenemos todos unos automatismos a la hora de filmar a las mujeres. La verdad es que casi tuve que obligarme a pensar en ello y preguntarme también cómo habría filmado a un hombre si fuera un hombre”. La directora muestra hasta una exploración en el ginecólogo, un plano que nunca antes habíamos visto en el cine.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 

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