Maruja Torres viaja a París y la conocida "parábola de la locomotora" se hace realidad ante sus ojos

Madrid

Quienes tenéis la amabilidad de seguirme sabéis que a menudo suelto la metáfora del tren: una sola locomotora tirando adelante con muchos vagones llenos de pasivos, bastantes ovejas y, encima, atacan los bandidos. Nunca pensé que esa imagen iba a materializarse y nada menos que en París, cuyo Instituto Cervantes tuvo la generosidad de invitarme a compartir una charla sobre lenguaje feminista con Nerea Pérez de las Heras, brava mujer bien conocida en esta emisora, y con moderación a cargo de esa maravilla que es Mavi Doñate.

Pues bien, sala llena con mayoría de mujeres jóvenes, de chicas que están allí estudiando o con sus trabajos, haciendo cosas como enseñar español en institutos de ese extrarradio a donde ha sido confinada la inmigración, incluidos los ya nacidos en Francia. "Enseñamos a niños que a lo mejor viven con veinte de familia en una habitación", me informaron. Allí están ellas, y en la sala estaban.

Finalizada la charla, que yo tuve el cuajo de rematar con la parábola de la locomotora, conocí a una joven, Ana López, veintipocos y aparenta menos, que me resumió así su peripecia. "Estoy de vacaciones en París, y en España, después de haber estudiado Bellas Artes por vocación y de no haber encontrado salida, hice oposiciones y ahora soy maquinista de tren".

"¿Maquinista de conducir trenes?", le pregunté, entre fascinada e incrédula. "Sí, sí. Lo mismo del AVE que de un mercancías". Y añadió que estaba contenta con su itinerante trabajo, que hace noche donde le toca y que en cuanto pueda retomará Bellas Artes, pero para estudiarlas por su placer, sin seguir las rigideces académicas que le fueron impuestas.

Así que las locomotoras existen en carne y hueso, y avanzan. Con esfuerzo, pero avanzan. Y tienen nombre de mujer.

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