Thierry Frémaux: "Lumière también inventó las películas malas y está bien que fuera así"
El director del Festival de Cannes estrena el documental 'Lumière, la aventura continúa', un homenaje a los inicios del cine que demuestra que los inventores del séptimo arte crearon también al público y el concepto de autoría

Thierry Fremaux, en una imagen de archivo (Photo by Francois G. Durand/Getty Images) / Francois G. Durand

Madrid
Todavía resuenan esas palabras entusiastas de Sean Baker, el ganador del Oscar por Anora, animando a todos a apoyar las salas de cine, a ir a ver películas en comunidad y a disfrutar de un arte colectivo. Esa fue la gran hazaña de los Lumière, que frente a otros inventores de la época que también indagaron en la imagen en movimiento, inventaron el cine como espectáculo social, además del concepto de autoría. Son dos aspectos que hoy, en una industria en crisis y buscándose a sí misma en el contexto de las plataformas, los algoritmos, los dividendos y la inteligencia artificial. Son esos elementos los que destaca Thierry Frémaux en su documental Lumière, la aventura continúa que llega a los cines esta semana, tras su paso por diversos festivales, entre ellos San Sebastián. "Thomas Edison fue capaz de inventar técnicamente el cine. Tenía ese ímpetu y lo hizo, pero perdió la partida, porque filosóficamente no tenía la idea de lo que era el cine”, nos dice Frémaux en una entrevista, precisamente en ese festival.
"La gente necesitaba en esa época estar juntos y compartir la emoción en la gran pantalla y todavía es eso lo que necesitamos. No querido decir que ahora hay un ganador o un perdedor entre internet y el cine, pero sí quiero insistir en que el cine vive con buena salud, en cuanto a la creación y en cuanto al público. Digo en la película que Lumière inventó al público, pero podemos decir también que el público reinventó el cine. Sin el público no hay cine”, sentencia este director que tiene claro que el cine debe verse en pantalla grande. Frémaux no es un director cualquiera. Es uno de los hombres más poderosos en el cine europeo. Dirige el Festival de Cannes, un evento clave para el cine independiente, para la industria y para la cultura. Además, se encarga del Festival Lumière, que en Lyon, ciudad donde nacieron los hermanos inventores del séptimo arte, se celebra cada otoño. Allí está también el Instituto Lumière que se encarga de restaurar películas antiguas, como las registradas en los inicios del cinematógrafo.
"Es importante que en la larga historia del cine hemos olvidado una figura que es un autor, que es el inventor. Es uno de los cineastas autores más importante del cine, de los orígenes, pero del cine mismo. La primera película que hice hace cinco años ya hablaba de esto, pero aquí creo que hay una mirada más filosófica sobre lo que fue el cine hace más de cien años, para insistir en que todavía el cine existe de la misma manera”, señala el director de una película que tiene una tesis importante: que todo estaba ya en los hermanos Lumière. Hace 130 años, ya había composición, escenas dramáticas, sketches cómicos, actores. “Se preguntaba lo mismo que hoy se preguntan los directores actuales: ¿dónde pongo la cámara?, ¿qué historia quiero contar?, ¿con qué planos?”.
La película es la continuación de Lumière, comienza la aventura, estrenada en 2017. Ambas se componen exclusivamente de imágenes Lumière permitiendo que las «vistas» cinematográficas desplieguen todo su significado en la gran pantalla y nos hagan reflexionar sobre el estado actual del cine, sobre lo que mantenemos con respecto a los pioneros y aquello que ha cambiado. “Hoy el cine es muy rápido, porque no tiene confianza en la paciencia y la inteligencia del público. Lumière creía en la inteligencia del público”. Creer en el público es lo que piden directores como Baker, pero también como Coppola, como Brady Corbet, que se han enfrentado a los grandes estudios de Hollywood y sus ideas encorsetadas sobre el éxito.
A través de once capítulos, un prólogo y un epílogo, la película cuenta una aventura diferente relacionada con el cine. También hay una recreación de la que fue la primera película de la historia del cine: Salida de los obreros de la fábrica. Dirige ese homenaje, nada menos que Francis Ford Coppola. “Cada año hacemos un remake de la salida, con Tarantino, con Scorsese, Jane Campion, los hermanos Dardenne. Esa película fue hecha por Coppola con su antigua cámara y parece como si fuera una cámara Lumière”, nos explica de uno de los momentos más curiosos y emotivos de una película dedicada a Bertrand Tavernier, el cineasta francés, fallecido recientemente, con quien Frèmaux trabajó precisamente en la conservación y difusión del cine.
En el filme se reivindica un aspecto importante, la figura del autor, en un momento donde las plataformas y las series de televisión tratan de difuminar esa autoría que, para el Frèmaux va ligada a una ética de la imagen y la narración. “En el cine hay ética porque hay responsabilidad del autor, del director. Las series son maravillosas, aunque no tengo mucho tiempo para verlas, pero las series nunca sabemos quién es el director. Es un grupo de gente, un showrunner, o pertenece a una plataforma. El cine no”, asegura. Esa ética, ese debate filosófico estaba también en los Lumière pues nunca rodaron la muerte. “Nunca se filmó la muerte. Se filmó su representación, pero no la muerte. Eso es una diferencia con internet, un lugar donde se puede ver a gente decapitada”. Algo que también muestra la autoría de Lumière es que enseñó el cine. Contrató a muchos operadores a los que envió por todo el mundo. “Lumière también inventó las películas malas. Y eso está bien”, subraya.
El director de Cannes es optimista y cree que el cine tiene mucho futuro. “Soy un cinéfilo y creo que el cine trajo algo a la civilización. Por eso digo, que el hombre y la mujer del siglo veinte es un alguien que va al cine. Veremos que pasa en este siglo, pero yo sí creo en la capacidad de resistencia del cine, frente a otras invenciones. Por eso abro la película con esa reflexión de que necesitamos proyectar en la gran pantalla para compartir la emoción. Eso es inevitable”. A eso se refería también Baker, en un mundo dividido, decía el americano, juntarnos a ver una película en un mismo lugar supone un paso político. “Ver una película es una manera de conocer mejor el mundo, de sentirse en el mundo. Gracias al cine sé quién soy yo y quién son los demás. El cine tiene el deber de enseñarnos el mundo”, insiste Frémaux.
Lo dice un director francés que cuenta con una de las mejores legislaciones sobre cine de todo el mundo, donde las grandes películas protegen a las pequeñas. “A mi me gusta Chantal Akerman y una comedia para el gran público. No voy a elegir una u otra, porque todo es el cine. A mi me gusta el cine y prefiero ver una comedia comercial buena que una película de autor mala. Ser de autor no te da la calidad. Por eso también podemos decir que el cine se complementa, como se complementaban Lumière y Mélies, la captación de la realidad y la reinvención de esa realidad con el espectáculo. Necesitamos a los dos. Lumière es Rosselini y Mèlies es Fellini. Lumiére es Kiarostami, Pialat y Mélies es Hollywood o Pedro Almodóvar. Bueno, Pedro está en los dos. Esa unión es lo que hace que el cine siga vivo”, concluye.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...