Una educadora que trabaja en un piso de menores tutelados: "Es muy fácil agredirnos, es fácil meter fuego a la casa"

"Yo llevo muchos años trabajando en este tipo de centros y he pasado bastante miedo. Una noche, se coló en la casa una persona de la calle. Creemos que era el novio de una de las niñas tuteladas y quería verla. Como no tenemos seguridad, llamamos a la policía, que tardó lo que tenía que tardar. Si en ese momento, con una persona ajena dentro de la casa —que no sabemos ni quién es— ocurre algo más grave, nosotras no podemos hacer nada. Aislamos al resto de menores y nos encerramos todas en una habitación. Así que imaginaos: pasamos mucho miedo".

Es el testimonio, en la SER, de una trabajadora social que, por ese mismo miedo que cuenta en esta historia, prefiere no dar su nombre ni la ciudad en la que trabaja. Solo explica que se dedica a atender a menores que han cometido delitos y que viven en pisos tutelados mientras cumplen sus condenas.

Atemorizada, confiesa que, al oír la noticia de "la compañera de Badajoz" —tres menores han sido detenidos como presuntos autores del asesinato de una educadora de 35 años en un piso tutelado—, ha pensado que "podría habernos pasado a cualquiera de las personas que trabajamos en estos centros porque hay muchísima desprotección". Asegura que "es muy fácil agredirnos, es muy fácil prender fuego a una casa. Se dan situaciones violentas y muy comprometidas todos los días".

Cuenta que los menores que llegan a estos centros son, en muchos casos, niños y niñas "totalmente adaptados a la sociedad" pero con graves conflictos familiares. "Cuando se disparan", es decir, cuando tienen un brote o se enfadan , lo que hacen es "reproducir las broncas y el conflicto que ven o que han vivido en sus casas". "Hay gritos, insultos, lo rompen todo... Pueden destrozar la casa entera en un ataque de rabia", explica. Y cuando esto ocurre, "reaccionan con nosotras de la misma manera en la que se comportan con sus padres", de una manera muy agresiva.

Cuando estalla uno de estos incidentes, siente que "el peligro de agresión está ahí desde el momento cero" porque en estos centros, denuncia, "no hay personal de seguridad, sólo estamos nosotros". Denuncia que esto ocurre porque la administración "considera que los delitos de estos niños son menos graves que los de los menores en un centro de internamiento". En su opinión, es un error. "Piensan que la agresividad o los conflictos que pueden darse son de menor importancia", señala. Pero no es cierto: "La violencia está a la orden del día".

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Describe un escenario de "peleas, insultos y agresiones entre los chicos de los pisos" en el que "las educadoras y los educadores estamos en medio. Nuestro cuerpo es lo único que frena todo aquello".

El personal "siempre es el justo"

Las empresas que gestionan estos pisos "son las que menos dinero le cuestan a la administración", explica. Y cuando las trabajadoras piden más recursos, la respuesta de la empresa es frustrante: "Nos dicen que esto es lo que hay y que tenemos que apañarnos para resolver los conflictos, porque para eso estamos contratadas". Por eso, lamenta, "nos convertimos en vigilantes en vez de en educadoras".

Esta trabajadora considera que los recursos disponibles "no son suficientes". No solo a nivel de personal, sino también a nivel psicológico. Explica que las listas de espera en salud mental son "tremendamente largas" y que "se tarda muchísimo tiempo en derivar a estos niños y niñas". En ese periodo, se viven situaciones conflictivas muy duras. "La atención psicológica llega mal y, cuando lo hace, muchas veces es tarde, porque hasta entonces ya se han vivido conflictos muy potentes en el centro".