Huir de tu país por ser mujer: "Me fui por miedo a perder mis derechos"

Madrid

El 13 de agosto de 2021, unos días antes de que los talibanes tomaran el poder en Kabul, Atefah había ido a una fiesta en casa de unos amigos. Tenía 28 años y ahora, sentada en una cafetería de Madrid, recuerda cómo nadie esperaba que ocurriera lo que finalmente sucedió. "Mis amigos me decían que era imposible que los talibanes llegaran a Kabul", cuenta. "Justo dos días después tomaron el poder".

Hasta ese momento, su vida en Afganistán era como la de cualquier chica joven. Atefah había ido a la universidad, salía con sus amigas, trabajaba y tenía aspiraciones. "Yo siempre he vivido con muchas ambiciones y pasiones por ser una mujer independiente, una mujer con educación, con una carrera. Pero con los talibanes todo eso es imposible", asegura.

Es entonces cuando toma la decisión de escapar de su país con su hermana pequeña. "Ella y yo vivíamos solas en Afganistán y eso los talibanes no lo toleran", explica.

Y no era la única. A muy poca distancia de su realidad convivía la de Karishma, una joven estudiante afgana, por aquel entonces de 19 años. "Nací y crecí en Afganistán. Estudié, terminé la escuela ahí y empecé la carrera en una de las mejores universidades de mi país. Para mí era un éxito", confiesa Karishma.

Pero la llegada de los talibanes cortó sus aspiraciones y la obligó a huir. "Yo nunca he querido salir de mi país así", asegura. "Yo quería estudiar en otros países, pero no quería irme así, con este miedo".

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Karishma señala que ese temor a perder sus derechos, "a no poder estudiar o vivir como cualquier humano" fue lo que le impulsó a dejar atrás su vida y escapar. En Kabul, sin embargo, todavía quedan muchos de sus amigos y compañeros. "Me dicen que las mujeres no pueden salir de sus casas, trabajar, estudiar, ir a un parque o salir con sus amigas. Están como en prisión, pero en sus casas", añade.

Más de 14.000 refugiadas en España

España cuenta actualmente con más de 13.000 mujeres refugiadas, según datos de organizaciones como Accem. La mayoría viene de países como Afganistán o Siria, pero otro gran número llega de lugares como Colombia o Venezuela.

Es el caso de Gleidys, que huyó de su país en 2024 por el machismo que sufría en actos tan cotidianos como coger un autobús. "Un día alguien se quiso propasar con mi hija, que en ese momento tenía siete años", cuenta. "Ahí yo me dije, ¿Qué estamos haciendo aquí? Me tengo que llevar a mi hija, porque son los demás o es ella".

Se trata de una realidad con la que Gleidys llevaba conviviendo varios años, pero que, admite ella, le cambió la perspectiva cuando lo vivió en su propia piel. "Cuando me pasa a mí directamente y le pasa a mi familia, uno se replantea muchas cosas", asegura. "Se supone que uno va a un país para buscar tranquilidad, no a seguir con lo mismo".

Como Gleidys, otras muchas mujeres latinoamericanas se ven obligadas a sufrir el machismo de una sociedad que, aseguran, no las respalda. Así le ocurrió a Roxana, que en marzo de 2024 abandonó Venezuela rumbo a España por miedo al padre de sus hijas. "Empezó a tener unas conductas bastante agresivas, cambios de humor repentinos que me daban mucho temor", explica.

Roxana, que cuenta cómo en una ocasión su pareja le llegó a perseguir al trabajo, insiste en que no tendría que haber abandonado su país si las autoridades competentes les tomaran en serio como mujeres. "Es realmente angustiante. Es estar pendiente de si te persiguen, de que no te digan cosas en la calle, mirar que puedas entrar y salir bien de casa, que haya personas siempre alrededor... Es muy angustiante", confiesa.

Ella se considera afortunada por haber podido escapar y rehacer su vida en España junto a sus hijas, pero recuerda los primeros días en el país como una etapa de "soledad". "Me sentía muy sola porque estás dejando a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos... dejas tu vida", explica Roxana, que este mes de marzo cumple un año viviendo en España.

1 de cada 5 refugiadas han sufrido violencia sexual

La lucha de las refugiadas va muchas veces más allá del propio desplazo y las situaciones de guerra que existen en sus países. Según Accem, 1 de cada 5 mujeres refugiadas han sufrido violencia sexual y al menos 73 países en el mundo penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo.

Y es que la discriminación y opresión de las mujeres refugiadas en sus países de origen abarca todo tipo de campos y realidades. Lourdes (nombre ficticio) huyó de Colombia hace menos de un año debido al maltrato sufrido por su familia, que no acepta su condición sexual.

"Yo me vine por la discriminación de género. Tuve un padre que me maltrató mucho porque no me gustaban los hombres y mi familia nunca me aceptó", cuenta Lourdes, que confiesa cómo su padre la obligó a emparejarse con un hombre que, más tarde, comenzó a ejercer la violencia sobre ella.

Tan solo durante la primera mitad de 2024, Latinoamérica registró 2.128 feminicidios en 16 países, según cifras de CEAR. Precisamente, fue el temor a que le pudiese pasar algo peor lo que llevó a Lourdes a huir de Colombia, donde recuerda que sigue teniendo gran parte de su vida.

Como Roxana, ella coincide en que si el respaldo de las autoridades fuese mayor, ella no se habría ido de su país. "Si hubiera, como aquí, la protección por discriminación de género, no saldríamos de nuestro país. Lucharíamos allá", asegura.

Atefah, Karishma, Gleidys, Roxana y Lourdes no se conocían entre sí hasta que la discriminación, la violencia y la opresión que sufrían en sus países de origen las unió y las convirtió en otra de las caras de la lucha feminista: la de las mujeres que se han visto forzadas a dejar atrás sus vidas y comenzar una nueva en España.