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Del Paseo del Prado a la Diagonal

Elegir entre personas o automóviles, entre transporte público o transporte privado, es también una de las batallas políticas importantes en este momento de convulsión global

Linea 2 EMT

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Madrid

El presidente catalán y el alcalde de Barcelona escenificaron hace unos días el acuerdo para completar en los próximos años la conexión de las dos líneas de tranvía existentes desde principios de este siglo (Trambesòs y Trambaix). Aunque pueda parecer un asunto local, en estos momentos de convulsión global de valores cobra un profundo sentido político. Se trata de una obra extremadamente compleja porque supone meter el tranvía por medio de la principal avenida de la ciudad con la consiguiente expulsión de tráfico rodado, además de años de molestas obras. Es, asimismo, un proyecto que ha naufragado varias veces y que ha truncado algunas carreras políticas en Barcelona por la enconada batalla que partidarios y detractores mantienen desde hace un par de décadas.

El gobierno de Collboni lo tenía más fácil en esta ocasión, porque la anterior alcaldesa, Ada Colau, dejó casi terminado -antes de perder las elecciones- un primer tramo desde la plaza de Gloriès hacia el centro. Y ese avance ha tenido un convincente efecto demostración de que la ganancia para la calidad de vida ciudadana es enorme. Basta acercarse por allí para comprobar que lo que, unos centenares de metros más arriba, sigue siendo una autopista por el centro de la ciudad, en el tramo reformado se ha convertido en un gran paseo peatonal y amplias calzadas exclusivas para bicicletas y patinetes.

En estos tiempos en que la ola reaccionaria está imponiendo en algunas ciudades la eliminación de carriles bici, el fin de las zonas de bajas emisiones, la paralización de inversiones en nuevos tranvías y el freno a las políticas de descontaminación y pacificación de nuestras calles, la escena de esa nueva Diagonal diseñada a escala de las personas y no de los automóviles es casi conmovedora.

Imposible no dejar que vuele la imaginación hacia Madrid y su Paseo del Prado, que sin duda es una de las calles más hermosas e imponentes de Europa, aunque el asfixiante tráfico que la devora haga casi imposible apreciar su belleza. No le han faltado a este paseo madrileño frustrados proyectos de reforma ni tampoco sonoros encontronazos políticos por ese motivo. El alcalde Almeida parece hacer optado por cambios progresivos más pequeños para ir mejorando el aspecto de toda la zona, declarada recientemente Patrimonio Mundial de la UNESCO. El propio alcalde reconoce que el bulevar del Prado tiene muy poco uso peatonal a pesar de sus árboles centenarios y su atractivo entorno, y apunta a que tener que caminar rodeado por tres o cuatro carriles de circulación por cada lado puede ser un inconveniente. Es difícil no coincidir con su diagnóstico.

Pero el problema quizás sea plantearse un objetivo imposible, como es hacer una reforma que devuelva el esplendor a ese formidable salón de la ciudad que es el Paseo del Prado sin que penalice demasiado al tráfico privado. La experiencia de otras ciudades señala que, si se opta por la reducción de emisiones, por las zonas verdes, por menos ruido y más salud, si se elige, en definitiva, crear espacios de paseo y de bienestar para los ciudadanos, entonces hay que eliminar una gran cantidad de tráfico y conseguir decididamente un menor uso del automóvil privado. No hay equilibrio posible. O coches o personas. Presumir de ser un espacio urbano excepcional por la confluencia de arte y naturaleza no parece compatible con la situación actual de hegemonía del tráfico privado ni con la obligación de conservar ese patrimonio.

Hasta ahora, las grandes peatonalizaciones siempre eran conflictivas, pero terminaban siendo irreversibles al ganarse el aprecio de los ciudadanos. Hoy tenemos un problema mayor y es que estamos en un momento en que esos valores urbanos están puestos en cuestión o atacados directamente. En 2025, por incomprensible que resulte, elegir entre peatones o automóviles, transporte público o privado, se ha convertido en otra guerra cultural del nuevo extremismo derechista. Por eso el cómo queden definitivamente la Diagonal o el Paseo del Prado puede ser uno de los grandes asuntos políticos de nuestro país.

José Carlos Arnal Losilla

José Carlos Arnal Losilla

Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...

 

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