La recolección del kumquat, el acolchado de las plantas y los alfileritos

Una gran mayoría de los frutos del kumquat (Citrus japonica «Nagami») están de color naranja, así que llega el momento de ir recogiendo algunos. A mí me gusta hacer una recolección escalonada, porque estos frutos ovalados aguantan frescos muchas semanas sobre la planta, y son tan decorativos que merece la pena no recoger todos de una tacada, para que luzcan sobre el arbolito más tiempo. Hay que decir que nuestro kumquat no lleva ni un año en la terraza, lo plantamos en la primera semana de abril del año pasado, pero ha encontrado su sitio, porque ha duplicado su copa Y también ha ensanchado el tronco, lo que nos indica el vigor que tiene. Muchas veces no somos conscientes de lo rápido que crecen las plantas. Si observamos la piel de uno de sus frutos, veremos que tiene unos puntos de un color naranja traslúcido que cubren toda la superficie de la piel. Se trata de las glándulas de aceite esencial, que son las que aportan el aroma a la fruta. Estas glándulas oleaginosas están presentes en la corteza de los cítricos, y a veces son tan grandes como estas del kumquat. En cuanto clavamos una uña o raspamos ligeramente su piel, estas glándulas se rompen y liberan su esencia tan agradable. De hecho, uno de los métodos de extracción de estos aceites es prensando la piel de las naranjas, por ejemplo. Así que hoy haremos una primera recolección de frutos, para irlos probando, pero dejaremos la mitad sobre las ramas. La floración de nuestro kumquat se inició en la primera semana de junio, y se mantuvo durante todo el verano, se alargó hasta octubre. Esta fructificación tan abundante que hemos tenido es el resultado de todas esas flores. Así que animamos una vez más a nuestros oyentes para que cultiven un kumquat en su balcón, en su terraza, o en la tierra del jardín, porque es una planta extremadamente fácil de cultivar si cuenta con al menos tres o cuatro horas de sol directo. Estos días las hojas tienen un color más claro. Se debe al frío, porque está en una parte muy expuesta de la terraza, de ahí esta coloración. No es ningún problema para la planta, ya comenté cómo un kumquat de mi familia aguantó la tormenta de frío Filomena, con temperaturas de -10 grados centígrados, y no le pasó nada. En cuanto veamos que rompe su letargo invernal, lo abonaremos, para ayudarle a que retome su crecimiento. Siempre con un abonado orgánico específico para cítricos. Muchas veces nos encontramos con que la base de los árboles y de los arbustos se cubre con trozos de corteza y de ramitas, y no se ve la tierra. Es algo que en jardinería se llama acolchado. Antes siempre empleábamos la palabra inglesa, mulching. Este acolchado es un gran beneficio para las plantas. Lo que hacemos, una vez más, es imitar a la naturaleza. Si vamos a un bosque, no veremos la tierra desnuda, porque sobre esa tierra se van depositando las hojas secas de los árboles, restos de ramas, hierbas secas... Sobre todos estos restos muertos crecen todas las plantas, ya sean árboles, arbustos o hierbas. Es una forma perfecta de recuperar la energía y de mejorar la tierra sobre la que crecen, porque todos esos restos se irán descomponiendo gracias a los microorganismos como bacterias, hongos, pequeños insectos y otros animales, las lombrices... Y esa tierra será mejor, más fértil, retendrá más agua y estará más oxigenada gracias a toda esa materia orgánica descompuesta. Así que ese acolchado que vemos en los parques es una manera de proteger la tierra sobre la que crecen los árboles y los arbustos. El acolchado mantiene durante más tiempo la humedad en la tierra, porque reduce la cantidad de agua que se pierde por evaporación, al no darle a la tierra el sol directo ni el aire. Justo debajo de ese acolchado se genera una cantidad de vida inmensa, gracias a que la humedad se mantiene, y allí viven felices hongos y bacterias, lombrices y colémbolos, todos ellos beneficiosos para las plantas. Es un poco como nuestra flora intestinal, porque están ayudando a que las plantas estén más sanas. Además, al acolchar se reduce la cantidad de hierbas que crecen en zonas donde no se quiere tenerlas, por lo que se reducen las tareas de mantenimiento. Por lo que ves, son todo ventajas. También mejora la estética del lugar de plantación, porque estas cortezas suelen tener un atractivo estético. Hay dos categorías principales: los acolchados orgánicos y los inorgánicos. Entre los orgánicos, el más común en toda España es el de corteza de pino, que es el resultado de aprovechar el residuo que genera la industria maderera. Esa corteza se tritura con distintas granulometrías o tamaños, y es la que se utiliza principalmente con este fin. Dependiendo de la especie de pino da como resultado una corteza más o menos marrón o más grisácea. Otro acolchado orgánico que se utiliza mucho es el de restos de poda, algo que hacen muchos municipios. Las ramas que se obtienen de las campañas de poda se trituran y se compostan, para que con esa descomposición liberen sustancias que podrían ser peligrosas para los cultivos. Cuando vemos trozos de palos en un acolchado, es muy probable que se hayan utilizado estos residuos de poda. A veces he estado en regiones con otro tipo de cultivos, y de ellos se aprovechaban los restos para usarlos como acolchado. Así he visto cómo la cáscara machacada de las almendras se utiliza con este fin, o incluso el corcho del alcornoque, triturado. Asimismo, las piñas de los pinos o también sus hojas en forma de aguja, las acículas. Pero con el mismo fin se utiliza otro gran grupo de acolchados, que son los inorgánicos. Son los que se hacen con gravas de muy distinto origen, como la que genera la industria del mármol, por ejemplo, u otro tipo de áridos, de gravas. Hay que decir que estos acolchados inorgánicos no generan tantos beneficios a la tierra como los orgánicos, al no descomponerse e incorporar materia orgánica al suelo. Lo importante es acolchar, con lo que sea, para mejorar la vida de las raíces de las plantas más grandes. A mí me gusta que ese acolchado sea orgánico, o, mejor aún, que sea a través de plantas tapizantes que crecen en la base de los árboles, lo que mejora aún más la estética del lugar. Traemos una planta que es hija de la Alhambra de Granada. Hace unos años recogí semillas de una planta que crece en los muros de la fortaleza árabe, y esta es una hija de esas semillas. Es una especie que me encanta, que me gusta muchísimo: Trachelium caeruleum. Tiene varios nombres populares, pero a mí el que más me gusta es el de alfileritos o alfileres, porque sus flores tienen una parte femenina que sobresale muchísimo, dando el aspecto de un alfiler minúsculo. Este ejemplar me lo ha regalado Eustaquio Bote, que es el jardinero responsable de la huerta y de los frutales del Jardín Botánico de Madrid. A él le di semillas de esta planta, y ahora él me da una planta así de crecida. Tiene una inflorescencia, o conjunto de flores, de un bellísimo color violeta o púrpura. Cada flor de esta planta de alfiler tiene forma de una minúscula estrella de cinco puntas. Es de una delicadeza que enamora a toda aquella persona que la mira, así que tengo muchas ganas de que florezca para verla aquí. Es una planta que crece en los muros de media España, y que puede vivir en zonas más sombreadas, aunque donde se pone preciosa es con algo más de sol. Esta planta autóctona se propaga muy bien por semilla, así que es posible que en los próximos años se vea alguna más de estas bellezas crecer en algún muro abandonado o en alguna maceta de los alrededores de la Gran Vía madrileña.

La recolección del kumquat, el acolchado de las plantas y los alfileritos

Eduardo Barba explica el fruto color naranja del kumquat y cómo cosecharlo

Eduardo Barba

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