¿Te imaginas a una paloma tratando a un gorrión como Trump a Zelenski?

Madrid

Cualquier ave encierra una novela sobre su vida. Lo dice Luis Martínez y pienso que, claro, qué va a decir un ornitólogo enamorado de los pájaros. Los gorriones son unas criaturas interesantísimas. Lo dice Juanjo Millás al que todo en este mundo le produce curiosidad. En su memoria su periquito asesino que un buen día decidió que la jaula era demasiado pequeña para dos. En la mía Clodomiro, el canario que me odiaba cada vez que acercaba la mano a su jaula.

Con mucho frío y pocas ganas me voy con ellos de “birdwatching” por el parque de El Retiro y poco a poco descubro que todo es mucho más interesante de lo que yo pensaba. Juanjo me ha dado esta lección muchas veces, pero sigo sin aprender. La primera es que además de ver hay que saber mirar. La segunda es que la mejor forma de hacerlo es en compañía de alguien que dirija esa mirada. Cientos de gorriones picotean semillas entre las hojas caídas. Es su alimento natural y su objetivo de cada día: conseguir las calorías suficientes para no morirse de frío. Después vendrá buscar un agujero en el que anidar, encontrar pareja, cuidar a sus crías, limpiarse las plumas. Sobrevivir.

No te fíes de las apariencias, ni son pequeños ni frágiles. Aunque a nosotros se nos caían las orejas del frío ellos apenas lo notan. Sus plumas son como un edredón y la temperatura interna de su cuerpo de… ¡Cuarenta grados centígrados! Viven allí donde haya personas y han evolucionado para poder comer y digerir los restos de nuestra comida. Si te das una vuelta por uno de esos pueblos de la España vaciada comprobarás que también están vacíos de gorriones.

No solo de gorriones se nutre este parque. Nos dice Luis que hay unas 150 especies registradas y todas preciosas. Qué va a decir un ornitólogo si hasta le gustan las palomas. A cada paso nos señala una urraca, son tan listas que son capaces de reconocerse delante de un espejo o fabricar herramientas para fabricar otras herramientas. Si encuentran nueces que no pueden abrir esperan en un semáforo para colocarlas en la calle y que sean los coches las que las rompan.

Insiste Luis en que escuchemos al herrerillo, al pica pinos, al carbonero. Yo no distingo nada. Quizás he perdido oído o puede que Madrid sea demasiado ruidosa incluso para ellos. El verdecillo ha decidido que, para ahorrar fuerzas, solo cantará a las hembras durante el fin de semana. Los sábados y los domingos la ciudad suena menos y se evita tener que competir con la sirena de una ambulancia. Juanjo emocionado distingue el sonido de un pato y se decepciona al descubrir que es un camión dando marcha atrás.

Únete al canal de WhatsApp de la SER

Curiosamente no vemos ninguna cotorra argentina. Esa especie invasora que se ha multiplicado por todas las zonas verdes de la ciudad. “Ya es imposible pararla. Las administraciones son dinosaurios a los que les cuesta moverse. A pesar de nuestros informes tardan tanto en tomar decisiones que para entonces ya no hay solución”