A las siete serán las ocho y media
"Es emocionante que haya personas que extiendan el brazo, consulten la hora y al ver que son las ocho y veintiocho piensen: «Las siete pasadas, manos a la obra». Todo puede pasar a partir de ese instante"

Galicia
«Después de las siete» es una hora inaprensible, poética, cargada de posibilidades, porque en realidad puede ser cualquier hora del día, incluida las seis de la mañana del día siguiente. Hay que saber manejarla, claro. Se requiere clarividencia y espíritu suicida. Mamarrachos como yo decimos «Pasadas las siete» para referirnos a las siete y tres minutos, las siete y diez como mucho. Qué vergüenza. Menuda manera de renunciar a la imaginación. Nos espera una vida al pie de la letra, en la que las cosas serán siempre lo que parecen. El milagro de las siete pasadas es que sean las ocho y media. Qué hermoso salto en el tiempo. No recuerdo si alguna vez asistí a un movimiento así, sencillo a la vez que elegante, para el que se exige buena coordinación y técnica, no exenta de potencia. Es emocionante que haya personas que extiendan el brazo, consulten la hora y al ver que son las ocho y veintiocho piensen: «Las siete pasadas, manos a la obra». Todo puede pasar a partir de ese instante. Cómo no ponerse de parte de alguien que, en el fondo, escapa de la dictadura de las horas exactas, para que todo quede en el aire. Después de la siete es una momento sutilísimo, que tanto puede caer del lado de lo que se considera tarde, como de la parte que encaja en temprano. Después de la siete sería la hora perfecta para que Mazón se vaya a su casa y no salga hasta que aparezca en Europa un político más sinvergüenza que él. Por ahora no veo ninguno.