Soledad Gallego-Díaz: Las entradas y salidas de Musk en el despacho oval deberían inquietar sobre todo a la jefa de gabinete de Trump

Madrid

La vida cotidiana, los derechos y libertades de los ciudadanos de Estados Unidos han sido diseñados, sentencia a sentencia, por los tribunales y muy singularmente por el Tribunal Supremo. Es decir, no se sustentan en leyes aprobadas por el Congreso, sino en decisiones de esa Corte Suprema y de los tribunales supremos federales, que interpretan la Constitución, y que son los que han puesto limites al poder de los sucesivos Gobiernos.

Ahora, con una mayoría de miembros ultraconservadores, es difícil que el Supremo marque esos límites. Difícil que ponga fin a las asombrosas injerencias en la vida política del valido Elon Musk, que no ostenta ningún cargo ejecutivo en la administración Trump y que sin embargo ha asistido hoy a la primera reunión del gobierno del presidente, sentado con su gorra en una esquina y apabullante con su soberbia y osadía.

Las entradas y salidas de Musk en el despacho oval deberían inquietar sobre todo a la jefa de gabinete de Trump, una mujer experimentada que se llama Susie Wiles y cuyo papel (el equivalente al de un primer ministro o semejante) queda día a día disminuido porque ya no es ella la que despacha con los ministros, sino que es Elon Musk quien entra y sale de los despachos ordenado y exigiendo. En otros tiempos, alguien recurriría al Tribunal Supremo y unos jueces serios y peculiares cortarían de raíz semejante espectáculo de desprestigio de las instituciones. Pero difícil que esta Corte Suprema mueva un dedo en lugar de mover la cola.