Soledad

Madrid

La palabra soledad nos llegó de la latina solitas, que a su vez proviene de solus, que significa solo o aislado. Así, junto a la evolucionada soledad, tenemos en castellano también una palabra que mantiene la raíz culta, que es solitud y que hoy, prácticamente, solo utilizan los poetas.

Está desde hace 500 años en nuestros diccionarios y en el primer diccionario académico se definía escuetamente como ausencia de compañía. Hasta que hace un siglo, en 1925, algún académico completó la definición para matizar que esa carencia de compañía puede ser voluntaria o involuntaria. También nombra un lugar desierto y el pesar que se siente por la ausencia de alguien querido, la orfandad, por ejemplo. Y quizás deberíamos incluir una nueva acepción o un neologismo con el que nombrar la soledad vivida rodeados de una marea humana virtual. El escritor Juan Gómez Bárcena ya ha propuesto soledumbre.

Aunque la soledad buscada tiene sus innegables virtudes, casi todos los sinónimos de la palabra nos hablan de su otra cara: melancolía, tristeza, abandono, desamparo, incluso orfandad. Su antónimo es compañía, una palabra maravillosa que suena a lo que es, poder compartir el pan, entiéndase pan como metáfora, con alguien.

Del latín nos llegaron el sustantivo solo y el adverbio sólo, que ha suscitado grandes debates sobre la necesidad de la tilde para diferenciarlas. Porque no es lo mismo "tomar sólo dos cafés" a "tomar dos cafés solo". Yo tiendo al solotildismo. Aprovechamos la circunstancia para saludar a las 28.000 mujeres españolas que llevan el nombre de Soledad, con una media de edad de 62 años, y a las 57 jóvenes, de 19 años de media, cuyo DNI pone sólo Sole.