El efecto Voldemort o por qué no podemos pronunciar el nombre de una expareja
Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, aborda la incapacidad para mentar a un ex y cómo se puede revertir
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El efecto Voldemort o por qué no podemos pronunciar el nombre de una expareja
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La semana pasada, hablábamos del efecto Voldemort, es decir, el hecho de no poder pronunciar el nombre de una expareja. El personaje de la saga de Harry Potter da nombre al fenómeno que en realidad se conoce como alexinomia. ¿Pero en qué consiste?
La alexinomia se define como la incapacidad de decir cualquier nombre propio, da igual que sea tu expareja o tu marido. Y hay hasta una página oficial de psicólogos que están intentando averiguar el porqué de este fenómeno, dado que genera muchísima angustia e incluso síntomas físicos (como náuseas, mareos y demás).
Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, se pregunta qué ocurre en nuestro cerebro para que se produzca este malestar: "¿Acaso creemos que si decimos su nombre tres veces aparecerá delante de nosotros?".
Lo cierto es que el nombre de una persona con la que hemos tenido una relación está asociado a una gran carga emocional y a recuerdos que pueden ser tanto positivos como dolorosos. Nuestro cerebro, que siempre busca protegernos, puede activar mecanismos de defensa para evitar revivir esas emociones intensas. No mentarlo es una manera de marcar distancia emocional, dar a entender que no te importa (precisamente porque llamar a alguien por su nombre es un signo de respeto y cariño).
Según cuenta Mascaraque, es un poco la misma sensación que cuando una pareja va a tener un hijo y llega el momento de pensar nombres, y uno dice un nombre y la otra parte suelta un “noooo ni de broma, que en mi colegio había un Pepito que me caía fatal.” ¿Le ha ocurrido esto al equipo de 'Si amanece'? Por lo visto, más de una vez.
Pero no ocurre solo con los ex. También pasa con ciertos profes, compañeros, jefes o, peor aún..., con los nombres de las mascotas de tus ex. Porque, a veces, olvidar al ex puede ser más fácil incluso que olvidar a la mascota. Y decir su nombre genera mucho dolor.
Por ello, cuando evitamos pronunciar un nombre se denomina como forma de supresión cognitiva, que es un proceso por el cual intentamos bloquear pensamientos que nos generan ansiedad o incomodidad. Pero tampoco podemos pensar que por no decir su nombre vamos a olvidar lo mal que nos ha tratado si no lo trabajamos. Esto es como si alguien te dice “no pienses en un elefante rosa” y pum, ahí está ese elefante rosa invadiendo tus pensamientos.
¿Qué se puede hacer al respecto?
Raquel Mascaraque recomienda, lo primero, pensar que si alguien nos ha hecho mucho daño es lógico que nos cueste incluso mencionar su nombre. A veces hace falta terapia y tiempo para poder procesar todo lo que ha pasado. Si no ha habido ningún trauma (es decir, que la persona te haya roto el corazón, pero porque se ha acabado el amor, no porque te haya puesto los cuernos, te haya maltratado u otro motivo), pues la idea es que, poco a poco, vayas haciendo un proceso de adaptación. Hay una técnica que consiste en enfrentar progresivamente aquello que nos genera ansiedad o malestar, en este caso, el nombre de una expareja. En vez de forzarnos a decirlo de golpe en una conversación incómoda, la idea es ir introduciéndolo poco a poco. Por ejemplo, empiezas escribiendo el nombre en un papel, luego lo dices en alto cuando estás solo en casa, luego lo mencionas con un amigo de confianza…
Nuestro cerebro aprende por repetición y asociación. Si evitamos un nombre, podemos reforzar la idea de que es peligroso o doloroso. Pero si lo enfrentamos de forma gradual y cambiamos la forma en que pensamos sobre él, el cerebro se adapta y deja de reaccionar con tanta intensidad. Es como cuando una canción que te recordaba a alguien especial te hacía llorar al principio, pero con el tiempo, al escucharla más veces y en diferentes contextos, te deja de afectar tanto.
¿Se puede revertir este efecto Voldemort y te puede gustar el nombre de nuevo?
Si conoces a alguien que su nombre sea igual que el “del maligno”, pero te genera todo lo contrario (amor, cariño, risas), ¿quiere decir que se puede revertir el efecto Voldemort?
Ante esta pregunta, Mascaraque afirma rotundamente: "¡Claro!". Nuestro cerebro no almacena los nombres en un solo “archivo” fijo. Los relaciona a experiencias emocionales y al contexto. Si conoces a alguien con el mismo nombre que te cae bien, te trata con cariño y te hace sentir especial, ese "archivo" mental se actualiza. Con el tiempo, el nuevo significado positivo puede superar al antiguo y el nombre deja de ser un recordatorio de algo malo.