Cremas para niñas

Cuando era adolescente, mi madre, que sigue sin tener la más remota idea de lo que es la pirámide de Maslow ni la creación de necesidades, me dio una gran lección sobre los peligros de la sociedad de consumo. Cuando le pedí comprarme mi primera crema me dijo que si empezaba a usar una mi piel se acostumbraría y ya no podría dejarla y siempre estaría enganchada a ese producto que necesitaría comprar aunque no tuviera dinero.

Qué exagerada, pensé entonces, ni que fuera coca. Además, qué sabría ella, analfabeta y rural, siempre encerrada en casa, de las necesidades de una adolescente que quería ser moderna y entrar en el juego de la competencia por la belleza con las de su edad.

El tiempo me ha demostrado lo lista que ha sido siempre mi madre y ahora soy yo la que tengo que gestionar una presión enorme que está sufriendo mi hija. Y a una edad mucho más temprana. Las familias nos hemos encontrado de repente con un fenómeno inesperado: el de las niñas con 12 o 10 años, incluso antes, que piden productos cosméticos para problemas cutáneos que no tienen. ¿De dónde ha salido este fenómeno? ¿Cuándo pasaron de pedir barbies a pedir retinol?

Pues parece ser que no es fruto de la casualidad, sino del hecho de que una conocida cadena de perfumerías decidió hará un par de años dirigir su publicidad a ese suculento sector de los consumidores que son los preadolescentes. Sin que les importen los daños físicos y mentales que tiene en los niños crearles la necesidad de depender de numerosos potingues.