Un hotel monstruoso

Madrid

La demolición del hotel Algarrobico es una asignatura pendiente desde hace casi veinte años. Es un termómetro de la eficacia judicial española y de la eficiencia en la protección al medio ambiente por parte de las Administraciones públicas: la local, la autonómica, y la estatal.

Se trata de un hotel declarado ilegal por numerosas sentencias desde 2006. Tiene un volumen gigantesco, desmesurado, brutalista, que invade el espacio costero de Almería, y desafía al parque natural del cabo de Gata, una de las zonas vírgenes más bellas de España. Es ya un símbolo para la recuperación colectiva de los espacios comunitarios, verdes y azules, manipulados por la especulación urbanística.

El Gobierno ha dado hoy un paso para la obligatoria demolición, que no acaba de cumplirse, mediante su declaración como bien “de interés público”, lo que le permitiría expropiar el 40% de sus terrenos, los más cercanos a la costa: tan cercano como que las olas bañan su perímetro. Y enseguida, derribarlo.

La Junta de Andalucía dice que ese no es el mejor sistema para acabar derrumbando el mastodonte, porque llevará tiempo. Y propone que sea el Ayuntamiento de Carboneras en cuyo límite municipal radica, el que anule su licencia y acabe el asunto. Pero ese ayuntamiento no parece estar por la labor. ¿Tanto cuesta ponerse de acuerdo? ¿No es hora de que todos arrimen el hombro y de que algunos dejen de echar la pelota a los demás?