Congo, la guerra eterna en la tierra del coltán
El conflicto entre el Ejército congoleño y los rebeldes apoyados por Ruanda ha dejado cerca de 3.000 muertos. Nos remontamos al genocidio de Ruanda treinta años atrás para entender el caldo de cultivo de esta violencia y la responsabilidad colonial
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Congo, la guerra eterna en la tierra del Coltán
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La ciudad congoleña de Goma vuelve a ser el epicentro de la guerra eterna de la República Democrática del Congo, un país con más de tres millones y medio de desplazados que suma ahora los centenares de miles que están huyendo de esa ciudad tomada por la milicia rebelde M23 doce años después. Este grupo armado, financiado por Ruanda, ha estado ganando terreno en la provincia del este del país en los últimos dos años.
La situación de la población, atrapada en medio del conflicto, es cada vez más desesperada en la ciudad de Goma, la más importante de RDC, en el corazón de África. Natalia Torrent, responsable de operaciones de Médicos sin Fronteras en la región de Kivu Norte, es testigo de la falta de alimentos, energía e internet. “Durante cuatro o cinco días, la población ha estado encerrada en sus casas”, asegura. Una crisis que no solo sufren los dos millones de personas de la ciudad, sino la multitud de personas que viven en campos de desplazados internos a su alrededor y que se han visto obligadas a huir, algunas por tercera vez, para evitar la muerte.
La guerra interna entre el Ejército congoleño y los rebeldes ha dejado al menos 3.000 muertos desde el 26 de enero y graves violaciones de los derechos humanos que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos, Volker Türk, ha pedido investigar. Türk ha advertido de que, si nadie actúa, lo peor puede estar por llegar. Josep María Royo, investigador de la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del grupo de estudios africanos de la autónoma de Madrid, se pregunta por qué la comunidad internacional y, en este caso, Ruanda y Congo, no consiguen un acuerdo político que ponga fin a esta situación. Las mismas preguntas y advertencias que hace décadas. Desde 1998, el país está sumido en peor guerra desde la Segunda Guerra Mundial que ha causado más de 6 millones de muertos.
Hay más de cien milicias diferentes en este territorio, según Royo, la mayoría favorables al Gobierno congoleño, pero algunas buscan un cambio. “Su modus vivendi es la extorsión, el saqueo de minerales, la presión a las zonas mineras, a los trabajadores que están explotando las minas e incluso también controlando minas de recursos naturales del este del Congo”, explica. El país es rico en recursos clave como el coltán, el oro, el uranio o los diamantes, lo que lo hace extremadamente vulnerable a la explotación por parte de grupos armados financiados por el exterior.
Ruanda se ha beneficiado históricamente de la riqueza geológica de su país vecino. Y su genocidio, 30 años atrás, es el germen de la crisis que se está viviendo ahora en RDC. Desde entonces, “Ruanda ha argumentado que la República Democrática del Congo cobija a los descendientes del genocidio del 94”, asegura Rayo, porque cuando los movimientos rebeldes lograron derrocar a los responsables del genocidio, huyeron dos millones de personas desde Ruanda, entre ellos las fuerzas del régimen. Una parte de esos refugiados “se ha reorganizado para formar lo que se conoce como las fuerzas democráticas de liberación de Ruanda”, un grupo armado que reivindica la necesidad de un cambio político democrático en el país, algo que Ruanda rechaza, persiguiendo a este grupo por constituir una amenaza para su seguridad.
“El conflicto en los Grandes Lagos se remonta al periodo colonial, en el que países como Bélgica y posteriormente Francia han instrumentalizado las diferencias étnicas en pro de sus propios intereses”, añade el investigador. “Encumbraron a unas minorías en el poder, marginando al resto de las comunidades nacionales, lo que posteriormente generó unos agravios que han contribuido a posteriori a alimentar estas reivindicaciones, exigiendo mayores cuotas de democracia”. Según Rayo, las heridas abiertas que causó esa discriminación tienen tanto que ver en el conflicto actual como el carácter depredador de los grupos armados por los recursos naturales o las diferencias étnicas.