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Refugiados sirios buscando a sus torturadores por Europa: así es el thriller de espías 'La red fantasma'

El francés Jonathan Millet debuta en la ficción con un película de intriga y suspense basada en hechos reales sobre los grupos clandestinos de refugiados sirios que buscaban a los criminales y colaboradores de Al-Assad por Europa

Fotograma de 'La red fantasma'. / LA ZONA CINE

Fotograma de 'La red fantasma'. / LA ZONA CINE

Madrid

El cine tiene muchas veces la capacidad de poner el foco en conflictos o realidades olvidadas por la urgencia informativa de los telediarios. Durante muchos años se habló de la primavera árabe, de la Guerra en Siria, de la destrucción de Alepo, del uso de gas sarín por parte de Al-Assad... De ahí surgieron algunos documentales premiados como For Sama o el cortometraje Cascos blancos, trabajos sobre el terreno que documentaban el régimen de terror impuesto por el dictador. Durante todos estos años muchos sirios lograron huir y cruzar hacia Europa como refugiados, ciudadanos que escaparon de las torturas, de las bombas y de una vida donde habían perdido casi todo. Y a partir de algunos de sus testimonios el director francés Jonathan Millet empezó a escribir La red fantasma, su primer largometraje de ficción inspirado en hechos reales. "El cine tiene la capacidad de buscar temas olvidados, porque es capaz de construir una historia de personajes. El cine ofrece a un público más amplio, por eso elegí la ficción, la posibilidad de compartir una visión del mundo, un punto de vista, una mirada diferente que va a acumularse a los elementos de comprensión que tiene el espectador. El cine puede ayudar a sacar del entierro temas olvidados", explica el cineasta a la Cadena SER durante su visita a Madrid para presentar la película.

Hasta ahora el autor siempre había trabajado, bien desde el largometraje o desde el medio y cortometraje, en el campo del documental, género que exige largos procesos de documentación que aquí también ha aplicado. "Durante dos o tres años sabía que quería hacer algo sobre los refugiados de guerra y me pasé meses escuchando testimonios y conociendo a sirios, porque en 2016 y 2017 ya empezaban a entrar en Francia. Uno de los sirios que conocí, y ahora te puedo hablar de eso, me dijo que en Francia había cárceles secretas. Cuando me dijo eso, me quedé atónito, me pareció alucinante ¿Cómo que un ciudadano normal y corriente llega a Francia o Alemania para buscar criminales de guerra? Ahí vi la luz de una película donde puedo meter todo mi material de testimonios sobre las torturas, sobre el duelo, y donde todo encaja", asegura.

Millet, que había pasado temporadas en Alepo antes de la Guerra, utilizó las declaraciones de algunos de estos exiliados y las publicaciones de prensa para crear un thriller de espionaje basado en los grupos clandestinos de sirios que buscaban por Europa a los colaboradores y criminales de Al-Assad que también habían escapado al viejo continente. "La película de espías y el thriller es la forma, pero aparte de eso, de qué vas a hablar. A mí lo que me gusta como espectador es ir a ver una película con intriga, pero hay que rellenar eso. Lo que me interesaba era hacer un retrato en profundidad del personaje, de un hombre que de pronto se vuelve un espía. Es un personaje que debe tomar decisiones enormes, a escala nacional, pero está solo. Me interesaban los hechos y el thriller, pero también el trabajo sensorial para meter al espectador en la historia y mostrar un retrato en profundidad. También quería acercar al espectador a las preguntas que se hace el personaje ¿Es este el hombre que busco? ¿Y si es él, qué debo hacer? ¿Cómo debo actuar? El espectador también se tiene que hacer esas preguntas", cuenta.

El director Jonathan Millet / LA ZONA CINE

El director Jonathan Millet / LA ZONA CINE

El director Jonathan Millet / LA ZONA CINE

El director Jonathan Millet / LA ZONA CINE

El actor francotunecino Adam Bessa interpreta al protagonista de esta historia, un hombre herido, traumatizado, y a la vez misterioso, que se asienta en Estrasburgo y se obsesiona con encontrar al hombre que lo torturó en la prisión de Sednaya mientras comparte los avances de su investigación con esa red de espías que se comunica jugando a videojuegos online. El director sigue con su cámara de cerca al protagonista, con primeros planos que agudizan la inmersión sensorial y subjetiva en la psicología de este personaje, de este hombre que convive con el trauma, el duelo y ahora lidia con la venganza. "El personaje protagonista nace a partir de testimonios de muchos refugiados de guerra, es una amalgama de historias, también de personas que estaban en esas celdas secretas. Lo que he intentado captar es lo humano, cómo sus emociones contradicen en muchas ocasiones su búsqueda. Fue a partir de ahí que escribí la película, pero más allá de la búsqueda, es el retrato de una persona que lo perdió todo, que debe reconstruirse y que pasará por numerosas etapas. En las etapas está la obsesión, el deseo de venganza, la capacidad de aceptar, las dudas, los dilemas. Todo ese recorrido es realmente la estructura del guion", argumenta Jonathan Millet.

Bajo los arquetipos del género de espías y del thriller más sobrio -muy alejado de las películas efectistas y llenas de giros del streaming-, el director sumerge al espectador en la tensión de esa búsqueda y en los dilemas morales del protagonista, dilemas agudizados por la soledad de unos exiliados que no se sentían seguros en terreno europeo por los largos tentáculos del régimen de Al-Assad y por la desconfianza en esa supuesta justicia internacional siempre atravesada por otros intereses. "El problema de la justicia internacional es que siempre hay compromisos. En el momento en el que hay varios países, ya intervienen cuestiones económicas también. Y es exactamente lo que cuenta la película. Todo el mundo cree en la justicia internacional pero en el momento en el que Rusia puede vetar algo durante años, es obvio que algo no funciona. Ya que nadie intervino por el dinero, por los vetos, por miedo al Dáesh, 'La red fantasma' muestra cómo de solos estaban los ciudadanos sirios, los que han perdido todo, los que fueron bombardeados por su propio dictador. Son los únicos que quizás conserven alguna esperanza y por eso siguen adelante en busca de justicia", responde.

El director confía todo al desarrollo psicológico y narrativo del protagonista y pone a su servicio la puesta en escena en un thriller contenido, con intriga, tensión y suspense, que huye de un montaje frenético, de músicas atronadoras, disparos y violencia. Millet no necesita mostrar esas imágenes para lograr que el público comprenda el dolor, físico y emocional, y las huellas de la guerra. "Mis mayores recuerdos de cine son las imágenes que podía imaginar. Y eso es lo que quise hacer aquí, hacer que el espectador trabaje, que piense e imagine las imágenes, sugerir sin mostrar. Estoy seguro de que eso es mucho más potente, por eso tampoco quise hacer flashback. La película se construye de tal forma que el público siempre tiene el material para imaginar. Por ejemplo, el videojuego evoca la violencia de la guerra, las cicatrices se ven a través de la mirada, no hay que hacer un primer plano, la tortura ya se ha mostrado en el cine... Quería que la película fuera una experiencia física, más que una película cerebral, que fuera una película de tripas", defiende.

Millet, cuya filmografía ha retratado las injusticias con migrantes y refugiados, debutó en 2013 con Ceuta, documental donde denunciaba cómo la ciudad española en el norte de Marruecos se había convertido en una de las grandes prisiones al aire libre para los migrantes. Desde entonces, el problema solo se ha agudizado por los nuevos conflictos fronterizos, por la falta de políticas europeas y por el avance de los discursos de odio de la ultraderecha. "Hay políticos que alimentan el miedo y el rechazo al otro. Yo intento pensar desde el cine y desde el arte. Empecé a hacer documentales que permiten entender a los refugiados, aquí me interesaba hacer otra cosas. Aquí quería que hubiera una empatía con el exiliado. Al convertir a los refugiados sirios en héroes nos identificamos con ellos, vivimos sus emociones y comenzamos a entenderlos. Basándome en la realidad, quería sacudir esas ideas preconcebidas, sobre todo porque un exiliado no fantasea con venir a Europa. No tienen elección, tienen que marcharse. Aquí vemos a un profesor de Literatura que era feliz en su país, en una ciudad cultural como Alepo, y está en Francia por su obsesión, por su búsqueda, pero no tiene intención de quedarse, quiere irse. Tengo la impresión de que después de ver la película tienes una imagen más completa que la caricatura que se suele hacer del exiliado o el inmigrante", contesta.

La red fantasma inauguró la Semana de la Crítica del pasado Festival de Cannes, certamen celebrado en mayo cuando la guerra en Siria había perdido todo el interés mediático. En tan pocos meses la situación ha dado un vuelco con la caída de Al-Assad y su huida a Siria, la constitución de un nuevo gobierno y la liberación de miles de presos. "En ese momento nadie hablaba de Siria y de las prisiones, como si el tema hubiera desaparecido. Ya no importaba, y sin embargo, la Guerra Civil seguía. Parecía una película fuera de encuadre, y ahora muestras la película después de todo lo que ha ocurrido y de ver las imágenes de las prisiones y claramente entabla un diálogo con la actualidad. Es como si la película se volviese a rellenar con la realidad. El futuro es muy difícil predecir, lo que está claro es que la caída de Al Assad es muy importante, ha bombardeado a su pueblo durante 13 años y nadie hizo nada. Su caída es simbólicamente muy importante, se han abierto las cárceles donde había presos que llevaban años en el subsuelo sin ver la luz, y los exiliados sirios, aunque estuvieran en Francia, no podían hablar del régimen porque al día siguiente los parientes cercanos podían ser detenidos. Saber que se ha ido te permite hablar. Hoy en Siria es un país en reconstrucción, lo que pase judicialmente y políticamente no puedo predecirlo", dice Millet, que justo acaba ser nominado a los Premios César, los Goya del cine francés, por este potente debut en la ficción. "Es mi primer trabajo, una ópera prima siempre es frágil. El hecho de ir a Cannes y llegar a los César ahora me parece maravilloso y, sobre todo, me conmueve por los sirios que se han atrevido a darme esos testimonios, poder compartirlo me parece maravilloso", concluye.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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