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¿Un error que dura treinta años sigue siendo un error?

Braulio García Jaén publica "Justicia poética: dos falsos culpables en un país de quijotes", la crónica más personal del mayor error judicial de la democracia española, que encerró a dos inocentes en la cárcel durante quince años

Foto de archivo de la sombra de unas manos / Catherine Falls Commercial

Foto de archivo de la sombra de unas manos

No es inusual que un periodista se obsesione con una historia. En este caso, la historia es una flagrante injusticia producto de un error judicial que terminó convirtiéndose en un laberinto procesal que se alargó treinta años, comiéndose la vida de sus dos víctimas, dos hombres inocentes de origen marroquí, Ahmed Tommouhi y Abdezarrak Mounib, condenados por agresiones sexuales salvajes y robos que nunca cometieron.

El periodista que se empeñó en conseguir que el caso se revisara es Braulio García Jaén, que ha estado este martes en el Comando Norte del Hoy por Hoy de Àngels Barceló, con Aitana Castaño y Nacho Carretero, presentando su libro sobre el caso, "Justicia poética" (editorial Península).

La implicación emocional, comenta Nacho Carretero, a veces te hace perder la perspectiva y al final necesitas distanciarte. También por el bien de la historia, y de su resolución, como descubrió Braulio García Jaén. "Un grave error que cometí fue que en un momento llegué a prometerle a Tommouhi que nunca iba a abandonar su caso, lo cual es un error porque es una promesa imposible de cumplir, porque el tiempo hace su trabajo y yo tenía mi vida, tenía pareja, ahora tengo familia, tengo hijos... No fue una promesa cínica, pero sí fue idiota, en el sentido de que yo confundía el marco de mi voluntad y de mis ganas con el marco de la realidad. Y eso es técnicamente ser un idiota. Pero también quiero decir algo que es lo contrario: si, diez años después de publicarse [la primera edición del] libro, pude llegar a la conclusión de que merecía la pena intentar ese recurso fue porque me había distanciado personalmente. Había, por supuesto, crecido. Incluso me había distanciado físicamente porque había vivido unos años en el extranjero y entonces fue cuando el caso dejó de tener una un lado de reivindicación personal. Fue cuando lo vi con la suficiente lucidez para decir: esto se puede intentar. Si sale mal, pues sale mal y si sale bien, pues bien. A veces la obsesión o la excesiva implicación es contraproducente para la propia investigación, para la propia escritura y para el éxito de tu trabajo."

Y el éxito, en este caso, se cifra en la exoneración de Ahmed Tommouhi, el inocente condenado que viene viendo, desde 2023, cómo el Tribunal Supremo anula sus condenas y se limpia su culpa, gracias a las investigaciones recogidas por Braulio en su libro.

"Justicia poética" es una historia de una persona con una gran digndad y un alto sentido del honor. Ahmed Tommouhi no aceptaba permisos penitenciarios porque los permisos se conceden a los culpables, y él no lo era.  Braulio lo cuenta así: "Ahmed fue un emigrante del campo a la ciudad. Vivía en Nador, cerca de al otro lado de la frontera de Melilla y era albañil. Empezó a construirse una casa. Venía esporádicamente a Europa, a Francia o España, y en 1991 decidió venirse a Cataluña para establecerse con la idea de construir un futuro y que luego viniera su familia. Su mujer tenía entonces 28 años, y tenía tres hijos. A los seis meses lo detuvieron por azar en una pensión de Tarrasa, y a partir de ahí, todos sus proyectos y sus sueños quedaron destruidos. Al ir preso, su familia se quedó sin sustento porque su mujer no trabajaba en Marruecos. Sobrevivieron gracias a un hermano que los sostuvo durante 15 años, hasta que los mayores empezaron a trabajar. La hija mayor y la mujer 35 años después, todavía no lo han vuelto a ver porque él no puede ir a Marruecos porque no tiene papeles y su mujer no puede venir porque no se autoriza su reagrupación familiar, porque no tiene dinero para garantizar que podría sostenerlos. Destruyeron ese plan de vida, esos sueños de futuro. Y a partir de ahí, Ahmed decidió que no iba a aceptar que el mismo Estado que le había negado lo más básico, que es el derecho a construir tu propia vida, le reconociera un indulto que al final es un reconocimiento de la culpabilidad. Y tampoco que le otorgara beneficios penitenciarios. Le mandaban psicólogos para hacerle tratamientos y favorecer el tercer grado o el segundo grado. Y él les decía: yo soy como usted, yo no estoy loco, yo no he pegado a nadie, no he violado a nadie. Yo lo que quiero es que investigue en mi caso, no que usted venga aquí a tratarme como si tuviera que mejorar mi salud mental."

Pero el libro de Braulio García Jaén no es solo la historia de Ahmed, sino también la de la comunidad que se formó en torno a la defensa de su inocencia, de la que el propio Braulio forma parte. Un grupo de "quijotes", de ciudadanos ejemplares, que no eran capaces de dejar que el caso muriera. "Al principio eran ciudadanos que leían los periódicos y volvían a leer la historia y veían que seguía sin resolverse, y se preguntaban ¿pero cómo puede ser esto? ¿Cómo puede estar un inocente en la cárcel años después de que el Supremo haya reconocido su inocencia? Y a partir de ahí, hay que mencionar a Manuel Borraz, que contactó con una señora en Argentina que le ayudó a montar una página web que ha construido la memoria y el archivo de este caso y que me permitió a mí comprenderla. Y es que estaba todo claro: blanco y en botella. No hay ninguna prueba contra ellos y todas las pruebas los absuelven. El trabajo de esos Quijotes, de Tote Henares aquí en Madrid, de Manuel Borraz sobre todo y al frente de todos en Barcelona, o del Guardia Civil que hizo su investigación fuera del horario laboral, Reyes Benítez. Aunque también quiero mencionar al jefe de de Reyes Benítez, de la Guardia Civil, que era teniente entonces y hoy es el jefe de la Guardia Civil en Cataluña, y se llama Pedro Antonio Pizarro. Su apoyo a Reyes también fue muy importante. Me refiero a los Quijotes en el sentido de que ellos han cruzado la meseta con su locura, pero también hubo una institución y un jefe institucional, que fue Pedro Antonio Pizarro, que apoyó ese esa ejemplaridad."

En el otro lado, en el lado del cinismo en el peor de los casos, o en el de la dejación y la persistencia en el error, algunos responsables judiciales, como la hoy ministra de defensa, Margarita Robles, presidenta del tribunal que dictó la primera sentencia condenatoria: 19 folios en apenas doce horas ("y, como periodistas, todos sabemos lo que se tarda en escribir 19 folios, por mucha práctica que tengas").

Y también el fiscal jefe de Cataluña en esos años, José María Mena, que pidió un indulto (que en el fondo es el reconocimiento de una culpa que se perdona), pero rechazó reabrir el caso a pesar de que había pruebas de ADN sin analizar en Toxicología de una violación que no había prescrito. ¿Hay una cadena de errores, o hay algo peor aquí? Braulio recuerda una frase de Abderrazak Mounib un año antes de morir en la cárcel: "Yo acepto los errores, pero algo que dura tanto ¿es un error?"

¿Lo tuvieron más difícil estos dos inocentes por ser de origen marroquí? Por ser marroquíes y pobres, cree Braulio, era más difícil que dejaran de ser sospechosos habituales.

Aún quedan recursos pendientes y, sobre todo, que Ahmed Tommouhi consiga papeles para poder traer a España a su familia, y una indemnización que tenga algún parecido, por remoto que sea, con una disculpa del estado que le ha robado más de treinta años de vida en libertad.

Eva Cruz

Eva Cruz

Redactora en el magazine de 'Hoy por Hoy' desde 2017.

 
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