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Hemos romantizado los trenes antiguos, pero viajar en ellos era una tortura

Ahora nos parecen un lujo, pero en su época eran incómodos y lentos

SER Historia | Hemos romantizado los trenes antiguos, pero viajar en ellos era una tortura

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La llegada del ferrocarril cambió a Europa a principios del siglo XIX. El nuevo medio de transporte permitía conectar las ciudades principales del continente en cuestión de días y los viajes que antes ocupaban un largo tiempo ahora se acortaban a más de la mitad. Esto fomentó que el turismo, que durante ese siglo era una actividad lujosa meramente practicada entre las clases altas y que, conforme avanzaron los medios de transportes durante el siglo XX, se convirtió en una forma de ocio al alcance de todos.

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"Para que nos hagamos una idea, el avance para ver un poco el cambio en los traslados en Europa en el siglo XIX, cuando hablamos de movernos con un caballo como medio de transporte hablamos de unos 40 kilómetros al día y el ferrocarril se hace el salto y permite 70 kilómetros por hora", indica la escritora María Reig, autora de Sonó un violín en París (2025), en SER Historia. Es cierto que 70 kilómetros por hora, en el siglo XXI, nos parece demasiado lento, pero en su momento, en el siglo XIX, fue una revolución.

Aunque ahora, dos siglos después, la sociedad romantice los trenes antiguos que hacían recorridos por toda Europa parando en las ciudades más importantes del continente, lo cierto es que los ferrocarriles del siglo XIX eran bastante incómodos porque no tenían pasillos laterales para irte moviendo entre compartimentos, por lo que los pasajeros tenían que pasar confinados en su pequeño cubículo durante todo el viaje.

Turismo en Europa en el siglo XIX

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"No podías salir hasta que no hubiera parada", cuenta Reig, que indica que cuando anunciaban las paradas largas donde los viajeros aprovechaban para comer, un gran número de personas bajaban a la estación para buscar el aseo y el buffet para picar algo. "Por suerte, ya a finales del siglo XIX ya hay pasillo de tal forma que en los vagones de primera clase ya tenemos hasta salones restaurante, tenemos zonas de retrete y aseo, por lo tanto era cada vez más cómodo", cuenta la escritora de novela histórica.

Aún así, la escritora cree que desde el siglo XXI "todavía tenemos una imagen muy bucólica y romántica" del tren de esta época, imaginándolo siempre revestido de madera y con gente vestida con abrigos llenos de carbonilla. "Todos esos elementos que yo creo que también acompañan lo que fue el arranque del ferrocarril y que permitió unir Europa y que llevó a cuestiones también con el cambio de siglo tan cotidianas como la unificación horaria", ha sentenciado la escritora sobre este invento que cambió el mundo.

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