Ojalá que no se imponga la barbarie

Madrid

A veces el diccionario es una compañía útil, porque las palabras se cruzan en el amanecer de forma contradictoria. Júbilo: una viva alegría. Inquietud: desasosiego, intranquilidad, preocupación. Es la realidad, pero hace falta el compromiso: acuerdo pactado entre distintas partes. Vivimos la posesión: acto de poseer una cosa con ánimo de conservarla para sí o para otro. Necesitamos la esperanza: estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. Y repetimos ojalá: interjección que se usa para expresar el deseo fuerte de que suceda algo.

Nuestras ilusiones y miedos viven en las palabras, con ellas sentimos y pensamos el mundo: conjunto de todo lo que existe, ambiente en el que se mueven las personas. Más que nunca va a ser necesaria la mundología: experiencia de la vida y habilidad para conducirse en ella y en las relaciones sociales.

En una mezcla extraña, ayer se cruzaron en el mundo el júbilo con la inquietud. Gaza vivó, después de mucho tiempo, una noche sin los bombardeos. Y en la toma de posesión de Donald Trump, se reunió la extrema derecha para celebrar de forma bélica el intervencionismo radical de los millonarios. Repitamos la palabra ojalá. Ojalá que no se imponga la barbarie. Ojalá que los seres humanos sean tratados con dignidad. Ojalá que no se extiendan la muerte y las deportaciones. Ojalá que sea posible seguir viviendo en favor del compromiso con los derechos humanos y la esperanza. Ojalá que la paz tenga una oportunidad frente a los negocios de la fábrica de armas. Ojalá.