"De luto por la vida que le espera": Ángeles Caballero se fija en la actitud de Melania y Barron durante la investidura de Donald Trump
La mujer y el hijo pequeño del nuevo presidente de los Estados Unidos se mostraron distantes, sin mostrar una sonrisa
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En realidad, ganaron dos personas apellidadas Trump.
Ganó Donald John, en las urnas en noviembre y en el atril este lunes día de Martin Luther King. Demostró que quiere morir matando, habló sin papeles contra los sin papeles, y sigue empeñado en hacer de América un lugar más estrecho, que no más grande, por mucho que lo repita. La era dorada de América empieza ahora, prometió. Porque lo de ayer fue un enorme chute de autoestima. Volveremos a ser la envidia del mundo, arrasaremos con los problemas, extirparemos lo que nos sobre, que viva la revolución del sentido común. Chauvinismo con gorra de béisbol.
"De luto por la vida que le espera": el cuaderno de Ángeles Caballero sobre la actitud de Melania y Barron en la investidura de Donald Trump
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Pero ganó también Ivanka, la verdadera primera dama. Con esa cara despejada, la sonrisa perfecta, los andares de paseíllo en Las Ventas. La que habla con los de Silicon Valley y alguna vez que otra con las señoras de Arizona. La que se sabe estar en su sitio, la que formó una familia como Dios manda. Ella, Ivanka, una vez contenidos los genes de su difunta madre, Ivana, tan dada a las portadas y al barroco, está dispuesta a cumplir con las cualidades que se esperan de la verdadera mujer estadounidense. Calidez y elegancia, esas virtudes por las que rezó uno de los reverendos que participaron en el acto y que vinculó con la actual esposa del presidente.
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Y ganó Dios, a juzgar por la cantidad de veces que fue mencionado, invocado. Plegarias por doquier, predicadores de todo tipo, con más o menos decibelios. Menos mal que Estados Unidos es un estado laico, señoras.
Pero ayer, creo también que hubo dos víctimas. La primera es Melania. Luciendo un sombrero como escudo para que no le viéramos la mirada, para esquivar el beso de Donald. De luto no por América, sino por la vida que le espera. Dosificando sonrisas, haciendo que todo va bien, que nunca antes estuvo mejor. Se vivía mejor sin agenda pública, Melania. A veces parecía que rezaba porque la próxima vez el francotirador tenga más suerte.
Y Barron. No sonrió ni una sola vez en el acto. No se le quitó en ningún momento la cara de hastío y de pena, separado por unos cuantos asientos del resto de sus hermanos y cuñados. Sin saber muy bien dónde mirar. Por no poder, ni quiera tenía los ojos de su madre donde buscar refugio. El niño que posó para unas fotos a lomos de un león de peluche hace 15 años es hoy un bigardo de dos metros. En aquellas imágenes, tomadas en Nueva York junto a sus padres, sólo uno de los tres sonreía. El mismo que desde hoy es presidente. La nueva sonrisa de América.
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Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.