La actriz inventora
Este domingo 19 de enero se han cumplido 25 años del fallecimiento de Hedy Lamarr, la actriz austriaca que recaló en Hollywood a la que se considera la precursora del Wifi.
Madrid
Cuando en 1938 Hedy Lamarr llegó a Hollywood la Metro la promocionó con el eslogan de “La mujer más bella del mundo” y esa era la frase que le acompañaba en todas sus presentaciones. Pero Hedy Lamarr fue mucho más que una cara bonita. Hedwig Kiesler, que así se llamaba en realidad, había nacido en Viena y era hija de una familia judía acomodada. Su infancia transcurrió en internados suizos donde sus profesores la consideraban una superdotada. Con once años ya hablaba cuatro idiomas, dominaba el piano y la danza y había comenzado estudios de ingeniería en telecomunicaciones. “Hedy comenzó a interesarse por los inventos y la ciencia a los cinco años, cuando desmontó una cajita de música que tenía y volvió a montarla. Y es que mi madre tenía una mente muy curiosa, siempre quería saber cómo funcionaban las cosas”, recordaba Anthony Loder, hijo de la actriz.
Sin embargo, a los 16 años se apasionó por el teatro y la vocación científica pasó a segundo plano. Antes de cumplir los 18 ya había participado en cuatro películas alemanas. En 1933 el director checo Gustav Machaty la eligió para protagonizar Éxtasis, la película que le haría famosa en todo el mundo. Y es que, en el film, había una escena en la que la actriz aparecía completamente desnuda bañándose en un río, algo inédito hasta entonces en el cine comercial. También fue la primera película en mostrar cómo una mujer alcanzaba el orgasmo, aunque según confesaría, Hedy no sabía muy bien qué estaba haciendo cuando rodó la escena, ya que el director la filmó utilizando solo primeros planos del rostro de los amantes. “Era una escena en la que yo estaba totalmente sola, pero, por el montaje, luego parecía que estaba haciendo el amor. Yo preguntaba: ¿por qué hago esto? y el director me decía, no hagas preguntas solo haz lo que yo te diga. Así que no era muy consciente de qué iba la escena, ni me resultó embarazoso hacerla”, explicaba la actriz.
Éxtasis fue prohibida en varios países. En Austria, país natal de la actriz, fue su marido el que intentó que no se exhibiera. Hedy se había casado con un magnate de la industria armamentística llamado Fritz Mandl que era amigo de los nazis. Fue un matrimonio de conveniencia que se vio obligada a aceptar para proteger a sus padres que eran judíos. Mandl se propuso comprar todas las copias y quemarlas para que nadie pudiera ver el cuerpo desnudo de su esposa. “El error que cometió fue pensar que podía hacer desaparecer esa película escandalosa”, decía Hedy Lamarr. En efecto, su intento resultó fallido, ya que para entonces existían muchas copias en circulación dentro y fuera de Austria. Furioso, obligó a su mujer a abandonar la profesión de actriz y durante casi cuatro años la mantuvo encerrada en casa, vigilándola a todas horas. La joven Hedwig aprovechó su enclaustramiento para retomar los estudios de ingeniería.
La presión cada vez mayor de los nazis y el desprecio que sentía por su marido hizo que en 1937 decidiera huir de Viena. “Una noche montó una fiesta en casa y al terminar se quedó ayudando a la criada a recoger todo. Mientras lo hacía echó unas píldoras para dormir en una taza de té y se la ofreció a ésta. La criada la bebió y se durmió enseguida y entonces mi madre cogió todas sus joyas, se vistió con la ropa de la criada, cogió su bicicleta y se fue huyendo montada en ella”, contaba su hijo, Anthony Lorder.
Hedy Lamarr vendió sus joyas y con el dinero que obtuvo viajó a Londres donde conseguiría una cita que acabaría siendo decisiva en su carrera. “Me llevaron a un hotel y allí había un hombre bajito al que no conocía. El hombre resultó ser Louis B. Mayer”, recordaba la actriz. El jefe de la Metro, había viajado a Europa para contratar a los actores y actrices que huían de la Alemania nazi. Pero el contrato de 125 dólares a la semana que le ofreció le pareció insuficiente a la actriz y ésta lo rechazó. No obstante, a continuación, reservó un pasaje en el mismo trasatlántico en el que el magnate iba a regresar a los Estados Unidos y se aseguró de que la viera bien en cubierta. Cuando Mayer se dio cuenta de que todos los hombres tenían sus ojos clavados en ella decidió que tenía que contratarla fuera como fuese. “Chasqueó sus dedos y de repente me encontré recibiendo 500 dólares a la semana”, contaba. Mayer y su esposa se encargaron también de buscarle un nuevo nombre. Hedy porque sonaba parecido a su nombre real y Lamarr en homenaje a la estrella del cine mudo Barbara Lamarr, a la que la mujer de Mayer admiraba.
La primera película que rodó Hedy Lamarr en Hollywood fue Argel, al lado de otra estrella europea, Charles Boyer. El film fue un gran éxito. Pero lo que prometía ser una carrera fulgurante en Hollywood al final no lo fue tanto. Hedy participó, eso sí, en algunas buenas películas como Camarada X o Fruto dorado, ambas junto a Clark Gable. Pero la mayor parte de la treintena de films que rodó a lo largo de su carrera fueron títulos de segunda fila, películas que básicamente explotaban su belleza y no le permitían demostrar su valor como actriz. Además, se permitió rechazar proyectos como los de Casablanca o Luz que agoniza que luego acabaría interpretando Ingrid Bergman. En su lugar actuó en películas como White cargo en la que la actriz daba vida a una atractiva nativa africana en una plantación de caucho, película que fue considerada una de las más atrevidas de su época.
Pionera en muchas cosas, Hedy Lamarr fue también la primera actriz del cine americano en producir su propia película. Fue La extraña mujer, estrenada en 1946. Sin embargo, la película resultó un fracaso debido a que el estudio apenas la publicitó y tuvo una pésima distribución. Lejos de desanimarse, al año siguiente Hedy volvió a intentarlo produciendo Pasión que redime, película en la que compartía reparto con el actor británico John Loder con el que se casaría poco después. Hedy Lamarr se casó seis veces. Después de su sexto y último divorcio en 1965 la actriz permanecería soltera durante los últimos 35 años de su vida. En el cine su película más famosa fue probablemente Sansón y Dalila. La frase publicitaria que anunciaba la película decía: “La mujer más bella del cine dando vida a la mujer más bella de la Biblia”.
Pero la belleza era, en realidad, una carga para Hedy Lamarr. “La gente cree que soy estúpida pero mi cerebro es mucho más interesante que mi apariencia”, solía decir. La actriz huía de las fiestas de Hollywood y prefería pasar sus ratos libres en casa, dedicada a su otra vocación. Y es que, paralelamente a su carrera de actriz, Hedy Lamarr desarrolló su trabajo de inventora con la colaboración de un amigo, George Antheil, músico de profesión, pero apasionado por la ciencia como ella. “Tengo cartas de George Antheil”, explica Anthony Lorder, hijo de la actriz. “En una de ellas escribió: lo único que quiere es estar en casa e inventar cosas. Es una extraordinaria combinación de curiosidad infantil y ráfagas de genialidad. Me llama en mitad de la noche porque ha tenido una idea. Mi madre era una obsesa, tenía que inventar a toda costa y arrastró a George con ella”.
Pero sobre todo contó con la ayuda y el mecenazgo del magnate de la aviación Howard Hughes que financiaba sus inventos y ponía a su disposición a su equipo de científicos e ingenieros. "Pensaba que los aviones eran muy lentos, así que decidí hacer algo. Me parecía que su diseño no era bueno, que no debían ser tan cuadrados. Así que leí algunos libros sobre pájaros para estudiar la aerodinámica de estos seres y diseñé un nuevo prototipo que le mostré a Howard. Al verlo me dijo: Eres un genio”, contaba la estrella. Muchos de los inventos que ideó resultaron irrealizables, como un nuevo tipo de semáforo o un refresco en pastillas. “Durante la guerra era difícil encontrar Coca-cola y yo quería comprimir su fórmula en un cubito que los soldados y la gente de las fábricas pudiera echar en el agua y convertirla en la bebida”, explicaba.
Sin embargo, acertó de pleno durante la Segunda Guerra Mundial diseñando un mecanismo para el control remoto de los torpedos americanos que impedía a los barcos alemanes prever su trayectoria para así interceptarlos. Aprovechando que todavía no tenía la nacionalidad estadounidense, en 1942 el gobierno norteamericano se apropió de la patente de Hedy, gracias a una ley que permitía requisar las propiedades de las personas que pertenecían a los países enemigos y la actriz seguía siendo austriaca. “No lo entiendo. Cuando vendía bonos de guerra no me tachaban de extranjera y ¿cuándo invento algo para este país sí lo soy?”, protestaba. El sistema ideado por Hedy y su amigo Antheil se basaba el llamado “espectro expandido” que permitía las comunicaciones inalámbricas a distancia. Aquel descubrimiento que hizo la pareja se aplicaría posteriormente a la ingeniería civil y es la base de la tecnología actual del wifi, el bluetooth o el GPS.
Hedy Lamarr se retiró pronto del cine. En 1958, con tan solo 44 años, rodó su última película. Y es que la actriz había percibido claramente su decadencia. A partir de entonces Hedy daría que hablar no ya por sus películas o sus inventos sino por diversos escándalos. En los años 60 se publicó una pretendida autobiografía de la actriz que había sido escrita por un escritor fantasma y que estaba llena de mentiras. Ella demandó al editor. En 1966 fue detenida por robar en unos grandes almacenes. Al parecer la actriz había desarrollado un problema de cleptomanía. Este hurto arruinó lo que pudo haber sido su regreso al cine. Le habían ofrecido protagonizar la película La muñeca de trapo, pero fue sustituida a última hora por Zsa Zsa Gabor. En 1974 Hedy presentó una nueva demanda. Esta vez contra la Warner y el director Mel Brooks, descontenta con una parodia que se hacía de su nombre en la película Sillas de montar calientes. Al final, llegaron a un acuerdo económico extrajudicial. Hubo más arrestos por pequeños robos y las últimas décadas de su vida las pasó recluida en su casa de Miami Beach sin querer ver a nadie. En 1998, dos años antes de morir, el gobierno austriaco le concedió la medalla Kaplan, la mayor condecoración que Austria otorga a los científicos, reconociendo así oficialmente su contribución fundamental al desarrollo de las telecomunicaciones. Cuando se lo comunicaron a la actriz, ésta tan solo respondió desairada: “¡Pues ya era hora!”
Hedy Lamarr falleció el 19 de enero de 2000 a la edad de 85 años. Su hijo hizo trasladar sus cenizas a Viena de acuerdo con los deseos de su madre. Quizá su faceta de actriz haya quedado hoy en día un tanto olvidada pero no así su labor científica. El 9 de noviembre, día del nacimiento de Hedy Lamarr, se celebra en su honor el Día Internacional del Inventor.