La palabra estética nació en la Antigua Grecia. Bueno, allí era aisthetiké, y nombraba lo relativo a la percepción de los sentidos, en general. Dos notables griegos, Platón y Aristóteles, vincularon el concepto a la percepción de lo bello y al arte. La palabra pasó por el latín y llegó a nuestro diccionario más de 2000 años después, en 1899 definida en el sentido aristotélico como ciencia que trata de la belleza y de la teoría filosófica del arte. Y punto. Pero desde entonces los hablantes fueron estirando el concepto. Hoy, con estética o su masculino, estético, nombramos además cualquier cosa bella y elegante (una fachada estética), los elementos estilísticos de un movimiento artístico o de un artista (la estética del barroco o de Cervantes), o lo que resulta agradable a los sentidos (cuando de un sofá decimos que es más estético que cómodo). La última de las acepciones es, quizás, la más usada hoy, la que se refiere a las técnicas y tratamientos para embellecer el cuerpo. De ahí la palabra esteticista, casi recién llegada en términos históricos. Llego al diccionario en 1984. No ha llegado el galicismo esteticién, que la RAE no considera recomendable ni castellanizado. Uno de los sinónimos de estética es la palabra calología. Si alguien desea lucirse utilizándolo, que tenga cuidado porque la frontera entre calología y escatología es muy fina. Y un error puede oler mal...