Franco vive

En las clases de historia de secundaria nunca dimos la Guerra Civil. Y no soy tan mayor y el instituto al que fui era progre y los profesores críticos y muy demócratas. Pero cada año llegaba el fin de curso y otra vez no nos había dado tiempo, nunca nos daba tiempo a llegar al presente.

Lo aprendimos todo sobre feudalismo, la revolución francesa o el paleolítico, pero del siglo XX casi nada. Yo todo lo que sé de la contienda y lo que vino después lo sé por los escritores y la conclusión más importante que saco de sus libros es que fue tal el trauma colectivo que los derrotados callaron para siempre.

No he podido envidiarles a mis amigos, catalanes de toda la vida, que sus abuelos les transmitieran la memoria de esa herida porque en la mayoría de casos no hubo más que silencio. Un silencio que reconozco a día de hoy entre quienes en mi país de origen no pueden decir media palabra crítica contra el régimen, ni el actual, ni el del sanguinario Hassan II.

Pienso en lo que han callado los que sufrieron y cargaron sobre sus hombros ese miedo descomunal que tanto condicionó sus vidas. Quienes salen hoy a defender al genocida patrio (para llevar la contraria al Gobierno) no parecen tener memoria alguna ni de los muertos ni de los desaparecidos ni de las generaciones que vivieron en su propio país como extranjeros. O eso o es que echan de menos los tiempos, esos tiempos del generalísimo.