El cerebro de los atentados del 17-A dejó de ser un objetivo de interés del CNI dos meses antes de convertirse en imán de Ripoll

Vestido con ropa de sport, con el pelo muy corto, sin barba y con impresión de dar una buena imagen. Así describieron los agentes del CNI Abdelbaki Es Satty, tras el primer encuentro que tuvieron con el supuesto cerebro de los atentados del Barcelona, en uno de los locutorios del módulo 10 de la prisión de Castellón. Fue el 17 de marzo de 2014. Aquella fue la primera de tres entrevistas con el ideólogo del 17-A.

“No habla muy bien español y se quedó sorprendido con los entrevistadores”, dejaron por escrito los agentes del CNI en uno de los informes desclasificado por el Gobierno, tras su pacto con sus socios independentistas de Junts, que se ha aportado a la Comisión de Investigación sobre el derecho a saber la verdad y las implicaciones derivadas de los atentados de Barcelona y Cambrils.

Es Satty era un viejo conocido de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado porque estaba relacionado con los principales líderes de la Operación Chacal, desarrollada en 2006, en la que se detuvo a los integrantes de una célula islamista vinculada al Grupo Islámico Combatientes Marroquí (GICM) que tenía ramificaciones en Bélgica y Siria, que se dedicaban enviar combatientes a Irak, para integrarse en las filas de Al Qaeda. Una de aquellas células estaba implantada en el entorno de la mezquita de Vilanova i la Geltrú.

En 2018, el exdirector del CNI, Félix Sanz Roldán durante su comparecencia en la Comisión de Secretos Oficiales – a puerta cerrada- confirmó que el CNI evaluó el posible reclutamiento de Es Satty como fuente del CNI una vez abandonara la prisión de Castellón, “a tal fin se solicitaron los correspondientes permisos a las autoridades competentes – sin detallar cuáles para realizar varias entrevistas”.

Se le proporcionó incluso un número de teléfono de contacto por si quería “enlazar” con los agentes del CNI que le entrevistaron, “un procedimiento estándar utilizado por el CNI y por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, o Mossos y Ertzantza”, según defendió Sanz Roldán.

Únete al canal de WhatsApp de la SER

La documentación en poder del CNI, hasta ahora clasificada, ha permitido conocer que “en ningún caso, entre marzo y abril de 2014 – cuando se realizaron esas entrevistas con el imán de Ripoll-, se apreció ningún indicio de que Es Satty pudiera estar radicalizado o en proceso de radicalización”.

Con Abdelbaki Es Satty no solo se entrevistaron, también le vigilaron durante los permisos penitenciarios de los que disfrutó. En uno de esos controles – el 19 de abril de 2013- el CNI observó que mantenía contacto con antiguos miembros de la prisión de Castellón, pero “sin que arrojara datos mínimamente interesantes sobre su posible relación con entornos yihadistas, aunque sí con personas con antecedentes penales en el ámbito del narcotráfico”.

Tras la salida de Es Satty de prisión, el CNI quiso seguir controlando sus movimientos para detectar su grado de peligrosidad. Lo hicieron durante siete meses a través de seguimientos y de fuentes próximas a su entorno, pero “no se observaron conversaciones, actividades o contactos que permitieran deducir la existencia de un plan para ejecutar ataques terroristas en España, ni en cualquier otro sitio o la existencia de un proceso de radicalización por parte de Es Satty hacia postulados próximos al DAESH”. Por eso, a finales de ese año dejaron de tenerle en su radar. Abdelbaki Es Satty se trasladó a Ripoll en febrero de 2015, dos meses después de que dejara de constituir un objetivo de interés para el CNI.

El exdirector del CNI también reveló que ningún servicio de inteligencia solicitó al CNI información sobre el imán de Ripoll.