¿Por qué creemos en la magia?
Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología emocional, nos descubre cómo actúa nuestro cerebro frente a la magia, ya sea en la infancia o cuando somos adultos
¿Por qué creemos en la magia?
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A mucha gente adulta le sigue haciendo la misma ilusión que cuando eran niños la llegada de los Reyes Magos porque, de alguna manera, les transporta a la infancia. Pero, ¿cómo procesa la magia nuestro cerebro?
La magia tiene su base en nuestra capacidad de imaginar y construir mundos ficticios, algo que nuestro cerebro hace muy bien. En la infancia, el cerebro está en pleno desarrollo, especialmente la corteza prefrontal, que es responsable de la lógica y el pensamiento crítico. Por eso, los niños son más susceptibles a creer en lo fantástico, ya que aún no se consolidan del todo las áreas que cuestionan la realidad.
El hecho de levantarte por la mañana y que tu salón esté lleno de regalos, ya sea por los reyes, por el ratoncito Pérez o Papá Noel, hace que tu cerebro lo flipe, por eso tenemos esos recuerdos tan especiales. Y aquello que Raquel Mascaraque recuerda perfectamente es a la persona y el lugar donde se le desveló el secreto de quién son los Reyes Magos.
¿Qué pasa cuando dejamos de creer?
La transición de la magia a la realidad puede ser un momento difícil. Cuando nos enteramos de “la verdad”, es cómo si tu cerebro activase de repente la corteza prefrontal para reinterpretar esos recuerdos mágicos bajo una nueva perspectiva, y es entonces cuando empiezas a entender cosas que antes no te planteabas (como dicen, no hay más ciego que aquel que no quiere ver). Pero también es un proceso que puede generar disonancia cognitiva: nos cuesta aceptar que algo tan bonito era una ilusión. Aunque, de adultos, nos sigue gustando la magia. De hecho, hay muchos espectáculos de magia y aunque en el fondo sabemos que no es posible, ¿cómo interpreta esa magia nuestro cerebro?
Esto está muy relacionado con la atención y la consciencia. Nuestro cerebro tiene que filtrar el inmenso caudal de información que nos llega constantemente, por lo que no tiene más remedio que escoger la información relevante y desechar la que considera irrelevante.
Para atender un estímulo e ignorar otro hay que estar despierto y vigilante, concentrándonos sólo en lo que nos interesa. Sin embargo, no siempre estamos atentos a un estímulo específico. No es lo mismo esperar a que el semáforo se ponga en verde que esperar ver una estrella fugaz.
En magia utilizan mucho lo que la neurociencia denomina “foco de atención”, que significa que aquello a lo que le prestas atención incluso se ilumina más, y aquello que no, pues el cerebro incluso lo inhibe, deja de verlo. Si un mago te dice, cuenta cuántos colores tiene este pañuelo, tu cerebro ya está centrado en ello y deja de ver el resto. Otro truco que tienen es la distracción mental, hacen que el espectador se empiece a cuestionar qué está pasando o hacen preguntas, entonces ese diálogo interno que te hacen tener ya te distrae de alguna manera del juego de magia.
Por tanto, podemos distinguir entre atención exógena y endógena. La primera, por ejemplo, se da cuando hay un ruido muy fuerte y enfocamos la atención hacia ese ruido. Mientras que la atención endógena la aplicamos de forma voluntaria, como cuando te preguntan algo. Los magos pueden utilizar una o ambas en sus trucos.
Y luego también pueden guiar nuestra atención a través de lo que la neurociencia denomina "atención conjunta". ¿No os ha pasado que estáis en la calle y, de repente, un grupo de personas mira hacia arriba y, automáticamente, miras también? Esto los magos lo saben y lo utilizan: cuando con la mirada miran a sus manos, tu miras hacia sus manos, pero si de repente te miran, automáticamente tu mirada les sigue y le mira a los ojos. Utilizan, precisamente, esos microsegundos para ejecutar el cambio, sin que tú creas que te han distraído del foco.
Como dice la neurocientífica Susana Martínez Conde: "Sabemos que nos van a engañar, sabemos que vamos a caer en sus manos, incluso podemos conocer el truco, pero los buenos magos siempre nos fascinan".
A veces miramos, pero no vemos. Y lo que nos encanta de la magia es que la ilusión parezca más real que la vida misma.