El pronóstico más aterrador sobre la ultraderecha y la desinformación: "Funciona como una nueva religión"

Madrid

Escribía Marc Amorós, 'bulólogo' de cabecera de La Ventana, en su libro ¿Por qué las fake news nos joden la vida? (ed. LID) que en una rueda de prensa celebrada en abril de 2020, en plena pandemia del coronavirus, un periodista le espetó a Trump que esperaba de sus comparecencias información y no rumores. Su respuesta fue demoledora: «Yo soy el presidente, y tú un periodista mentiroso». Algo que para Amorós equivale a decir: "Yo, Trump, soy la verdad; tú, periodismo, la mentira".

El auge de la ultraderecha desde 2016

Elon Musk, propietario de la red social X (anteriormente Twitter) y uno de los principales socios actuales del nuevo gobierno de Donald Trump, está enfrentando una creciente presión internacional por su intervención en asuntos políticos europeos. Los gobiernos de Inglaterra, Francia y Noruega, junto con Bruselas, han criticado duramente las acciones del empresario, acusándolo de fomentar la desinformación y el discurso de odio para influir en procesos democráticos.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha acusado a Musk de «apoyar una nueva internacional reaccionaria» y de interferir directamente en los procesos electorales. Macron subrayó la necesidad de construir una agenda de defensa democrática para contrarrestar la influencia de las redes sociales. En Alemania, el portavoz del gobierno declaró que "los comentarios del señor Musk en Twitter no pueden influir en un país con 84 millones de ciudadanos", apelando a la sensatez de la mayoría de la población.

Desde Bruselas, la Comisión Europea ha condenado las acciones de Musk, advirtiendo que sus intervenciones en X generan caos y debilitan las democracias europeas. Aunque reconocen el derecho del magnate a expresar sus opiniones bajo la libertad de expresión, subrayan que su red social debe mantenerse neutral, especialmente en las próximas elecciones alemanas.

Amorós ha explicado en La Ventana el proceso de este auge como una línea ascendente desde el triunfo de Trump en 2016. "La extrema derecha desde 2016 ha tenido sus cabezas visibles que se han ido pasando el testigo. De Bannon a Musk, la influencia de X, por mucho que apelemos a la responsabilidad individual, funciona como una nueva religión. Buscan evangelizar a más fieles, y de 2016 hasta hoy han conseguido muchos. En Europa y en otras partes del mundo también", ha contado.

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La Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea obliga a las plataformas a mitigar los riesgos derivados de otorgar trato preferente o visibilidad a contenidos que favorezcan una posición política concreta, para evitar la interferencia en procesos electorales y el discurso cívico.

La última entrega del barómetro de 40dB, publicada hoy por la Cadena SER y El País, revela un inquietante ascenso de la extrema derecha en España. Según los datos, Vox alcanza su mejor resultado hasta la fecha, rozando el 14% de los votos. Este apoyo creciente se refleja especialmente entre los jóvenes de 18 a 24 años, donde el partido se posiciona como la segunda opción más votada, solo por detrás de la abstención, el voto nulo o el blanco.

En esta franja etaria, una de cada seis personas opta por formaciones como Vox o la emergente Se Acabó la Fiesta. El fenómeno no solo destaca en términos cuantitativos, sino también cualitativos, ya que los jóvenes están cada vez más organizados en torno a asociaciones y movimientos que reivindican la libertad de expresión como bandera y desafían el statu quo en las universidades españolas.

La reivindicación de la derecha en la Universidad

En los últimos años, el espacio académico ha sido testigo de un cambio significativo: lo que antes era un 'silencio' de posturas conservadoras ha dado paso a una creciente visibilidad de estas ideas. Nuestra compañera Sara Selva ha hecho un reportaje en el que ha charlado con estudiantes y profesores conservadores universitarios.

Ángeles Díez, profesora de Sociología en la Universidad Complutense, señala que estas opiniones siempre existieron, pero que antes permanecían inhibidas por miedo al rechazo mayoritario. Ahora, explica Díez en el reportaje, los profesores escuchan "cada vez más discursos xenófobos, machistas o que normalizan la dictadura. Estas ideas son más que opiniones; son planteamientos que pueden traducirse en acción". Este cambio se ha visto alimentado por la influencia de bulos y desinformación, elementos que, según los docentes, se reflejan en debates y exámenes, dificultando la tarea de educar en el pensamiento crítico.

Organización y referentes en las universidades

La visibilidad no se limita a lo individual. En las universidades, han surgido asociaciones de estudiantes conservadores que defienden abiertamente posturas alineadas con la derecha. Libertad Sin Ira, Voces Libres y otras agrupaciones organizan debates y charlas con invitados de renombre como Jaime Mayor Oreja o Iván Espinosa de los Monteros. En estos eventos, los jóvenes encuentran un espacio para expresar y afianzar sus convicciones.

Miguel Ángel Alonso y Alfonso Muñoz, de 20 y 21 años, lideran una de estas asociaciones y señalan que sus discursos están inspirados en figuras internacionales como Javier Milei. "Para nosotros, lo fundamental es la libertad individual", declaran, rechazando la colectivización de las luchas sociales. Incluso dentro del colectivo LGTBI, algunos jóvenes como Álvaro Galán, miembro de Voces Libres, optan por desvincularse de etiquetas y movimientos colectivos.

El auge de la ultraderecha no puede entenderse sin analizar el entorno en el que han crecido estos jóvenes. Los sociólogos destacan que esta generación ha madurado en una época de polarización extrema, donde los debates se encuadran en bandos irreconciliables. Elisa García Mingo, experta en comportamiento juvenil, señala que en los espacios digitales se desprestigia el conocimiento académico, mientras que lo transgresor y provocador es adoptar posturas nacionalistas y conservadoras.

Por otro lado, el sistema educativo también contribuye a esta dinámica. Profesores como Luis García Tojar lamentan que el currículo escolar no fomente suficientemente el diálogo y el pensamiento crítico, dejando a los jóvenes sin herramientas para enfrentarse a los discursos de desinformación que proliferan en redes sociales.