Mejor no utilizar la metáfora de las cadenas

Madrid

Cuando uno escribe, debe tener mucho cuidado con las metáforas. Me despierto, oigo que cae la nieve sobre nosotros y pienso que, si vamos a viajar, es bueno llevar cadenas en el coche. Oigo noticias difíciles sobre las instituciones en Siria, Corea del Sur, Francia y Valencia, y decido sobre la marcha que las cadenas no son hoy una buena metáfora. Mejor un abrigo y un paraguas institucional. Mejor no sacar a las cosas de su contexto. Más allá de la nieve, las cadenas son una metáfora peligrosa ya sea para opinar sobre la situación internacional, la personalidad de un líder francés o la gestión de la catástrofe en Valencia.

Me gusta, por ejemplo, que el Papa decidiera no participar en la pachanga de la catedral de Notre Dame. En situaciones complicadas, lo primero es eso, la prudencia de no participar en la pachanga. Mejor comprobar cuáles son los valores, los medios y los fines que a uno le parecen más decentes. Los bulos y la desinformación, la soberbia y las crispaciones, promueven pachangas en las que al final sólo ganas las cadenas. ¡Viva las cadenas! Ese fue el grito que los absolutistas españoles consiguieron que lanzara el pueblo contra los liberales en el siglo XIX. Así pudieron seguir saqueando a España y al pueblo con toda facilidad. No, mejor no utilizar la metáfora de las cadenas, mejor no participar en ninguna pachanga.