Quién es Bachar el Asad, el presidente de Siria derrocado por los rebeldes tras un cuarto de siglo en el poder
El dirigente sirio ascendió al poder en el 2000 tras suceder a su padre y reprimió con dureza las protestas de la Primavera Árabe que desembocaron en una guerra civil de 13 años
Madrid
El presidente de Siria, Bachar el Asad, se encuentra en paradero desconocido tras huir este domingo al ser derrocado por las facciones insurgentes sirias que han tomado las principales ciudades del país hasta llegar a la capital tras una ofensiva relámpago que ha durado 12 días. Al Asad, que ha gobernado Siria durante 24 años con mano dura, ha puesto fin a un gobierno marcado por revueltas populares, vulneración de derechos humanos y el desplazamiento forzoso de más de 13 millones de personas.
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Al Asad llegó a la Presidencia en el año 2000, después de que su padre Hafez al Asad muriera un mes antes. Procedente de una familia pobre alauita, su padre consiguió liderar el Partido Baaz durante la revolución siria de 1970 y un año después se hizo con el poder tras un golpe de estado, que puso fin a las revueltas. Bashar nunca tuvo interés político ni militar y decidió estudiar medicina. De hecho, después de finalizar la carrera en la Universidad de Damasco en 1988, se marchó a Londres para especializarse en Oftalmología y posteriormente trabajó en el Ejército sirio como médico.
Un médico sin ambición política
Fue cuando murió su hermano mayor, Basel, en un accidente de tráfico en 1994, cuando Bachar tuvo que regresar a Siria para convertirse en el heredero natural de Hafez. Durante cinco años recibió formación militar y en 1998 llegó a liderar la ocupación siria en Líbano, lo que le dio gran popularidad y dos años más tarde comenzaría su andadura como presidente del país. Un presidente de tan solo 34 años, lejos de los 40 que se exigen para gobernar en Siria. El Parlamento tuvo que reformar la ley con una enmienda de la Constitución y posteriormente, Al Asad obtuvo el respaldo del 97% de la población.
A pesar de sus aspiraciones reformistas, proyectos para impulsar la economía y la apertura a Occidente, Bachar no fue capaz de cumplir sus políticas y el deterioro económico y la represión política que se extendió por Oriente Próximo fue el caldo de cultivo para la Primavera Árabe, que tuvo gran impacto en Siria. En 2011 se desató la oleada de protestas, lideradas por intelectuales que querían una reforma del mundo árabe. Al Asad reprimió con dureza la revolución y no dudó en bombardear y gasear a la población. La ONU acusó al dirigente de vulnerar los derechos humanos al usar armas químicas y de cometer crímenes de lesa humanidad.
Mano dura con la Primavera Árabe
Las revueltas desembocaron en una guerra civil entre el régimen de Al Asad y los grupos rebeldes islamistas opuestos al gobierno. A pesar de que la comunidad internacional exigió la renuncia del dirigente y EEUU llegó a imponer sanciones en Siria, Bachar fue reelegido en 2014 por siete años más con más del 88% de los votos. Eso sí, la ONU criticó que no fueron unas elecciones democráticas, pues solo votaron los ciudadanos de las zonas controladas por el régimen y sin oposición.
Un año más tarde, en 2015, Rusia decidió intervenir en Siria para devolver el control político y militar del país. Las milicias chíies de Irán también se aliaron con Al Asad y en pocos meses consiguió recuperar los territorios ocupados por los rebeldes, aunque con el desplazamiento forzoso de millones de personas. La victoria en Alepo en 2016, un bastión importante, y la llegada al poder de Trump, que cambió la prioridad de Estados Unidos de derrocar a Al Asad, permitió al régimen establecido en Siria su continuidad.
El apoyo de Rusia e Irán no fue suficiente
A pesar del medio millón de muertes y la economía maltrecha tras la guerra civil, en 2021 volvió a ser elegido con el 95% de los votos en otras elecciones sin rivales y con la oposición en el exilio. Al Asad siguió al frente de un país cada vez más alejado de Occidente y asfixiado por las sanciones occidentales. En 2023 logró además reconciliarse con la Liga Árabe, que había roto su alianza con Siria tras la represión de Al Asad durante la guerra civil de 2011.
Cuando la guerra en Siria parecía cosa del pasado, los grupos insurgentes comenzaron una nueva ofensiva el 27 de noviembre, mientras Rusia miraba a Ucrania y el mundo se centraba en el conflicto israelí en Gaza y Líbano. La coalición insurgente, liderada por Hayat Tharir Al Sham, fue tomando en pocos días el control de ciudades como Idlib, Hama, Alepo, Deera o esta madrugada Homs, hasta llegar a la capital, Damasco, y provocar la huida de Al Asad y el derrocamiento del régimen.
Sandra Fernández Pérez
Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...