El invierno de nuestro descontento
"Callaghan, tarde y mal, admitió al menos algo. En el invierno del descontento español, nadie ha sido, por el momento, capaz de hacer eso"
La píldora de Enric González | El invierno de nuestro descontento
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Madrid
No mucha gente recordará a James Callaghan. Era el primer ministro británico en 1979, durante lo que se llamó “el invierno del descontento”.
Las cosas iban mal en toda Europa, debido a la segunda crisis del petróleo. En el Reino Unido la inflación se había disparado hasta el 17 por ciento anual, proliferaban las huelgas en defensa del poder adquisitivo de los salarios, la libra esterlina se devaluó y hubo que recurrir a un humillante préstamo del Fondo Monetario Internacional.
Quizá el gobierno laborista de Callaghan habría podido sobrevivir a todo eso. Pero en noviembre de 1978 el país entró en una fase de frío polar. Como ejemplo, cabe citar que tres personas murieron engullidas por el hielo en uno de los parques más famosos de Londres, Hampstead Heath. Varias regiones quedaron incomunicadas por la nieve. El gobierno y los ayuntamientos se mostraron ineficaces. El malhumor social creció.
El 4 de enero de 1979, los líderes políticos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania Occidental se citaron en el Caribe, concretamente en Guadalupe. La reunión terminó el 7 de enero. Pero Callaghan no volvió a Londres hasta el 10, porque, ya que estaba por allí, decidió tomarse unos días de vacaciones en Barbados.
Al aterrizar, Callaghan intentó proyectar una imagen de tranquilidad y confianza. Habló a los periodistas en el mismo aeropuerto. Con las mejillas bronceadas y una gran sonrisa, dijo que había estado en la playa, que volvía preparado para arreglar las cosas y atribuyó la sensación de crisis a las exageraciones de la prensa.
Callaghan y su gobierno no tardaron en caer. Comenzó la era de Margaret Thatcher.
Veinte años después, ya nonagenario, Callaghan admitió que seguramente pasaría a la historia como el peor primer ministro del Reino Unido.
Callaghan, tarde y mal, admitió al menos algo. En el invierno del descontento español, nadie ha sido, por el momento, capaz de hacer eso.
Me llamo Enric González. Les deseo ánimo y paciencia.