Inés Hernand: "Tu profesor, tu periodista favorito o tu político de cabecera también son unos agresores sexuales que se jactan en una piscina de compadreo"
Hubo un tiempo en el que tener información sobre las miserias de otros compadres y callarte te hacía ganarte un buen puesto en la jerarquía social. Parece que ese momento se agota. El clima, afortunadamente, empieza a ser otro. Ay de ti si sabías y callaste
Madrid
Me imagino que habéis estado al tanto de que el jueves pasado dimitía el portavoz parlamentario de Sumar, íñigo Errejón, después de que unos mensajes anónimos empezaran a circular a través de la cuenta de la periodista Cristina Fallarás, donde se denunciaba que era un maltratador psicológico y un monstruo, entre otras lindezas.
Íbamos a salir mejores, pero | No se ha acabado
06:23
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Errejón por su parte y hasta el momento, ha emitido un comunicado en el que dice (#saludmental), que está en contradicción entre persona y personaje y que deja la política: el auténtico Marvel.
Entrará en el top 3 de dilema persona-personaje después de Ruiz Mateos vestido de Supermán en un juicio o M.Rajoy, sin duda.
Por supuesto, unos días después de que hayan ido saliendo más testimonios anónimos y el de la actriz Elisa Mouliaá que narrasen agresiones sexuales gravísimas y escabrosas de Errejón, ni está ni se le espera en una siquiera disculpa por parte del adalid de la salud mental. Admitir lo ocurrido públicamente sería ser consecuente, y para eso, os falta mucho.
Esto que ha ocurrido, por otra parte, a consecuencia de las exposiciones y denuncias anónimas a las que se suman cada vez más las víctimas a través de redes sociales, desencantadas con el sistema judicial (véase recientemente el caso de Mar Lucas Y Naim Darrechi, una chica de 22 años que ha estado cuatro años recibiendo amenazas de publicación de vídeos íntimos por parte de un popular youtuber) empiezan a engrosar una lista de ejemplos de agresores sexuales ya bastante extensa y lejana del violador desdentado de callejón, sino que tu profesor de universidad, tu periodista favorito o tu político de cabecera, también efectivamente, son unos agresores sexuales que se jactan en esa piscina de compadreo y del abuso de poder.
Hablemos de esto, del compadreo, de la normalización de lo oculto de estas violencias y estos abusos en los que, supuestamente todo el mundo era conocedor de estas conductas: no deja de ser una de las habilidades que tienen que empezar a validar en las grandes ciudades, pues parece que ser conocedor de información que no se usa de forma útil en ciertos círculos, da prestigio.
El ego de algunos llega a tal punto que compartes que eso era un secreto a voces y, sin embargo, no te has dedicado como Ana Marcos o Elena Reina a investigar durante un año lo que hay detrás de los acosos sexuales en política porque, en vez de preservar a las víctimas, la democracia o simplemente, hacer tu trabajo, es más cómodo decir: "yo ya lo sabía" como parte del capital social que empieza a parecer una tarjeta donde sellar información y cuando lleves diez escándalos te regalarán un café.
Hubo un tiempo en el que tener información sobre las miserias de otros compadres y callarte te hacía ganarte un buen puesto en la jerarquía social. Parece que ese momento se agota. El clima, afortunadamente, empieza a ser otro. Ay de ti si sabías y callaste.
Están tan tranquilos que cada lunes van a sus puestos de trabajo de máxima responsabilidad con una sensación de impunidad que es abyecta de ver, de corazón. Ahora que conocemos el cuadro completo, ¿cómo hablas de feminismo y salud mental con una absoluta tranquilidad? O tú, ¿cómo hablas a una chica 25 años menor que tú con intenciones claramente sexuales sin ningún tipo de vergüenza? Efectivamente, porque pueden.
No solo ellos, sino que los medios en los que se apoyan son ostentosamente machistas, no les da vergüenza promover una imagen estereotipada de mujeres. Creer que puedes lanzarte sobre una mujer, restregarle tu pene sin su consentimiento y luego que todo vuelva a la normalidad, forma parte de una cadena de encubrimientos, de risas, de 'aquí no ha pasado nada', de un 'no es para tanto' y sobre todo, de un 'no sabes quién soy'. Hay que ser necio.
Ya nos pillan muy despiertas, sabemos que se van a saltar la parte del cuento en la que sucede la agresión sexual y van a ir directos a lo que hizo y dejó de hacer la víctima después: pararlo o quedar congelada. Denunciar o no a tiempo. Acceder a la presión por volver a verse o resistir y atenerse a las consecuencias.
Ni que decir tiene que ante estas oleadas de transformación social no vamos a celebrar que no violéis, no matéis, no abuséis o no degradéis, porque aplaudir lo mínimo ya es de huelga. Así como que la violencia machista es inherentemente estructural y no entiende de clase social, política, raza o religión, amores.
Gracias a todos los espacios de la categoría que sean por creernos y acompañar a que las víctimas cuenten sus relatos, gracias a todas las que no fomentan una narrativa desinformadora, que saben que cuando traspasan lo íntimo, no hay vuelta atrás y que el proceso es oscuridad y miedo es largo.
Aquí tenéis una mano, una escucha activa, y una denuncia contra esta mierda. Contra el sometimiento, la revelación. Contra el miedo, la tranquilidad. Contra la impunidad, las consecuencias.