Eloy de la Iglesia, la mirada oculta de la transición
Un viaje de ida a la vida del director vasco más allá de lo quinqui
El viaje de ida | Eloy De La Iglesia, el cronista periférico del cine español
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Un cine autoral, incómodo, de confrontación y de urgencia. Eloy de la Iglesia (1944, Zarauz), director de cine gay y comunista, puso el foco donde nadie quería mirar en tiempos de franquismo y transición.
Llegó a Madrid muy joven. Intentó estudiar en la Escuela Oficial de Filmografía, pero no entró porque no cumplía los requisitos mínimos. Así que fue en París donde pudo estudiar cine. "De París puede existir una cierta influencia en un cine psicotrópico y de terror", afirma Nicolás Grijalba de la Calle, investigador, al hablar sobre qué quedó de la capital francesa en la obra de Eloy.
En sus comienzos y en sus finales, Eloy fue enemigo de la censura. Sus primeras películas se estrenan en pleno franquismo, así que aprendió el arte de provocar: su mirada, el foco, la cámara. "Él quería meter una mirada homosexual en un cine donde eso era una provocación y en los años 70, todo lo que era salirse de la norma, era provocación", señala Alejandro Melero, especialista en la historia LGTB del cine español.
"La censura es muy polifacética, fácil de enmascararse", dijo el propio Eloy de la Iglesia. Cuando muere Franco en 1975, el cine de Eloy comienza a ser incómodo para todo el espectro político. Lo podemos ver en su película 'El diputado' (1978). "Probablemente sea su película más auténtica, es una crítica a la homofobia de la izquierda", asegura Melero. Carlos Barea, coordinador de "Eloy De la Iglesia: el placer oculto del cine español" (Dos Bigotes), añade: "Estaba todo el mundo muy enfadado con él, pero Eloy estaba diciendo "cuidado, que yo seré muy comunista, pero esta homofobia esta aquí y la pongo sobre la mesa"".
Un cine que daba a todo el mundo y que no se cortaba, Eloy disfrutaba con la confrontación de la crítica. De hecho, el mismo director apuntaba que "lo que no aceptan es no como se ha hecho una historia, sino qué es lo que se cuenta". Pero no nos engañemos. Aunque contaba historias desde y sobre los márgenes, su vocación era llegar a un público masivo: "Eloy quería ser taquillero", reitera Barea.
Los años 80, la Movida y el movimiento llegan al Madrid de Eloy. La eclosión del cine quinqui con 'Colegas' (1982), 'El pico' (1983) o 'Navajeros' (1980) dan el pistoletazo de salida a la etapa más exitosa del director. Las claves de la época dorada del director están claras: conocía y participaba en los ambientes de sus películas. Mientras otros veían los márgenes como un "safari exótico", Eloy se enamoró de los suburbios y de las periferias. "Eloy de la Iglesia fue la voz más auténtica dentro de ese cine", explica Melero.
Sus películas se adelantaban a mostrar la realidad de los descampados en un contexto donde el cine de la Movida estaba liderado por Almodóvar. "Se metía donde ninguno tenía ningún grupo de música, ninguno cantaba, ninguno tocaba, y que para llegar a las drogas tenían que dar un tirón del bolso", describe Carlos Barea.
En el centro de Madrid de los años 80 había tres sitios claves para el colectivo LGTB: Calle Carretas, los cines Victoria y el café Gijón. El profesor Geoffroy Huard explica cómo funcionaban las relaciones homosexuales en esta zona: "Las personas adineradas, como Eloy de la Iglesia, tenían a gente para contratar a chicos de los barrios humildes, que así es como conoció a José Luis Manzano, y reunirse en la calle o en fiestas privadas".
"Los descampados, ese Madrid que está creciendo, los suburbios, Vallecas, el Pozo del Tío Raimundo, el Matadero... son algunos de los espacios neurálgicos en el cine de Eloy de la Iglesia", aclara Nicolás Grijalba de la Calle, investigador. Y en uno de estos espacios se encontraron el Madrid de Almodóvar y el Madrid de Eloy de la Iglesia: las colmenas de la Concepción. Pedro Sánchez Castrejón, autor del libro 'Todo sobre mi Madrid. Un paseo por el Madrid de Almodóvar', cuenta que "en su momento, en estas viviendas llegaron a vivir más de 20.000 personas, de tal forma que estuvieron considerados los inmuebles más habitados de España".
Eloy de la Iglesia murió en 2006 con 62 años, después de despedirse del cine con 'Los novios búlgaros' (2003) después de un largo parón. De su cine crítico, crudo e inmediato es complicado encontrar herederos, pero todos apuntan a David Velduque, director de cine Queer, que confiesa que el trabajo de Eloy de la Iglesia le "ha ayudado a perder el miedo".
Un director imparable, con una ambición desmedida y considerado uno de los más importantes de la Transición, Eloy siempre se refugió en el cine, y así lo manifestaba: "Lo único que nunca me ha fallado es el cine, lo único que sigo queriendo, amando, deseando, y el único enganche que jamás superaré".