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Ciencia y tecnología

Rafael Yuste: "Sabemos manipular la mente de un ratón y podríamos hacerlo también con una persona"

La neurotecnología nos acerca a la cura de enfermedades mentales y a la mejora de la especie, pero también a la desigualdad: "Hay que evitar que la humanidad se fracture en dos: los mejorados y los que no"

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Madrid

En septiembre del año 2011, el neurocientífico Rafael Yuste y su equipo enviaron a la administración Obama el borrador de un proyecto bastante ambicioso: construir un mapa completo de la actividad cerebral. La Casa Blanca tardó menos de veinticuatro horas en contestar: "se interesaron por nuestra idea ese mismo día. Les contamos que el cerebro era el gran desafío de nuestra generación, que necesitábamos tecnología para descifrarlo y que sería una oportunidad para que Estados Unidos liderase la ciencia mundial". Lo que ocurrió después ya es historia de la ciencia. Al proyecto BRAIN le han salido imitadores en China, Japón, Corea del Sur, Australia, Canadá o Israel, y sus frutos nos sitúan en el camino hacia una revolución neurotecnológica "al nivel del descubrimiento del fuego o de la rueda". Un salto al futuro.

Manipulación cerebral: ideas de quita y pon

En la titánica tarea de descifrar el código cerebral, es decir, entender cómo las neuronas crean ideas, pensamientos o recuerdos, la hipótesis de Yuste es que ese código se organiza en conjuntos neuronales y que cada uno de ellos corresponde a un símbolo de la realidad. De esa manera, un grupo neuronal se activaría siempre que pensamos en la misma cosa, sea esta una manzana, el Coliseo romano o nuestra abuela. En el laboratorio que dirige en la Universidad de Columbia (Nueva York), pusieron a prueba esta teoría con ratones: "Activamos un conjunto neuronal concreto en la corteza visual de un ratón y le hicimos creer que estaba viendo algo que en realidad no estaba viendo. Es decir, activamos el conjunto neuronal que correspondía a una imagen y provocamos que su cerebro la recreara. Ese día no dormí. No dormí porque habíamos dado en el clavo, habíamos descifrado el código. Pero era un "momento Oppenheimer": si habíamos manipulado al ratón, podríamos hacerlo con una persona. Ahí empecé a pensar en la responsabilidad que tenemos los científicos sobre las tecnologías tan potentes que desarrollamos", recuerda Yuste, que a partir de entonces dedica gran parte de su tiempo a regular la aplicación de sus propios descubrimientos.

La desigualdad cerebral, una brecha social más

Pese a los peligros evidentes de la neurotecnología, Rafael Yuste se mantiene positivo y convencido de que la ciencia servirá para hacer el bien. "Cuando consigamos entender por fin la mente humana por dentro, podremos curar enfermedades como el Alzheimer o el Párkinson", explica, "pero también vamos a usar la neurotecnología para automejorarnos". Si ahora estamos conectados a la red "de mala manera", señala él, a través de un teléfono móvil, "imagina cuando lo hagamos en condiciones a través de un dispositivo cerebral con ancho de banda". Mejorar la memoria, la concentración o la inteligencia estarán al alcance de un chip cerebral e incluso de dispositivos no invasivos, como las gafas inteligentes o los cascos con sensores de encefalograma (que ya ha desarrollado Apple). "La mejora mental de la especie humana tiene que ocurrir bajo el principio universal de justicia, para evitar un escenario en el que se fracture la humanidad en dos especies: los que usen neurotecnología y los que no, los que tengan más inteligencia, o más memoria, y los que no. También hay que proteger a los ciudadanos del comercio con sus datos cerebrales".

Isabel Bolaños

Isabel Bolaños

Es productora y guionista de ‘A vivir que son dos días’ desde 2016. Se graduó en Periodismo y Comunicación...

 
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