Venecia 2024 | Nicole Kidman y Antonio Banderas aprenden en 'Babygirl' que una fantasía sexual de dominación puede ser feminista
Protagonizan la nueva película de la directora holandesa Halina Reijn, un thriller erótico influido por Verhoeven, que ha abierto debates sobre el deseo y el poder en el Festival de Venecia
Venecia
“La humillación es una cosa que las mujeres pueden desear", se refería la filósofa Clara Serra a que existe la fantasía de ser dominada en el sexo, incluso con violencia. Cuando lo dijo, recibió infinidad de críticas. Es cierto que la afirmación asusta, sobre todo en un momento donde el feminismo trata de hablar de deseo femenino, de mujeres empoderadas, que consienten y disfrutan de sus relaciones sexuales. Pero el deseo sexual, la fantasía, los instintos primarios están ahí y a ellos también se le puede dar la vuelta. Esa es la propuesta que se empeña en contar la directora holandesa Halina Reijn en Babygirl, un thriller erótico con Nicole Kidman y Antonio Banderas.
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La directora arranca el filme con una elocuente presentación del personaje, una mujer exitosa, inteligente, acomodada, con un marido delicado y atento. Una escena de sexo en la que ella parece disfrutar muchísimo, pero cuando acaba va corriendo al ordenador, a ponerse un video porno para correrse ella también, pues en todo su matrimonio jamás ha tenido un orgasmo con él. Todo cambia el día que llega a su empresa un nuevo becario, Harris Dickinson, con quien comienza una aventura. Un juego sexual de dominación que acaba poniendo su carrera y su matrimonio en entredicho.
Babygirl no es redonda y la directora se hace algunas trampas, pero tiene claro que quiere contar el despertar sexual de una mujer madura y su satisfacción consigo misma, con su sexo, pero también con su cuerpo que empieza a notar el paso del tiempo. "Esta película habla de deseo, de pensamientos culpables, secretos, matrimonio, verdad, poder, consentimiento. Es una historia sobre una mujer y muy liberadora", decía la actriz en la rueda de prensa del Festival de Venecia, donde presentó precisamente otra película que ahondaba en el sexo y el matrimonio, Eyes Wide Shut. Fue en 1999 y ella había rodado a las órdenes de Stanley Kubrick junto a su pareja de antaño, Tom Cruise. Ahora la actriz está en otro momento vital. Insiste en que lleva tiempo apostando por directoras para equilibrar la balanza. Por su parte, Banderas insistía en que esta es una película valiente: "Solía venir a este tipo de festivales, Venecia, Cannes o Berlín, con películas que en nuestros días serían imposibles de hacer, serían muy criticadas por políticamente incorrectas", lamentaba el protagonista de películas como Átame o La ley del deseo.
Nicole Kidman firma una interpretación valiente y brillante, ella se desnuda, se deja humillar por el personaje de Dickinson, bebiendo leche de un cuenco para perros, simulando ser un animal u obedeciendo a su amante. La directora no lo pone fácil al espectador que en un primer momento ve a este mujer como una víctima, que está siendo chantajeada por su becario. Es interesante cómo Reijn, que trabajó con el maestro del thriller erótico Paul Verhoeven, muestra que las relaciones de poder no siempre se dan como imaginamos, un tema que ya indagó la directora en su anterior película, Instinto, donde una terapeuta se enamora de un agresor sexual convicto.
La película pone al espectador varias preguntas: ¿Está abusando la jefa del becario? ¿Es el becario que domina a su amante o simplemente es un tipo de práctica sexual acordada entre ambos? ¿Puede el consentimiento entrar en el juego de las fantasías sexuales? En un primer momento, la historia juega a posicionarnos en ese bando del feminismo que considera que estas fantasías relacionadas con la sumisión son un ejemplo más de haber interiorizado el sistema patriarcal, donde los hombres mandan y las mujeres obedecen. Quizá es ahí donde la dirección es algo tramposa, describiendo al amante como alguien turbio con ambición laboral. Después, la historia es otra. Ella está liberada, feliz y con su deseo sexual satisfecho. Ha aprendido que una fantasía, si es consensuada y no hace daño a nadie, no tiene por qué ser algo de lo que avergonzarse, como ha creído toda su vida, muy en la línea de la Teoría King Kong de Despentes o de Butler.
"Todos tenemos distintos aspectos interiores y una bestia dentro. Al final, la clave es que una pueda amarse a sí misma con todas sus imperfecciones. Es un canto al amor propio y a la liberación, decía la directora que vuelve a colaborar con A24, y que ha insistido en la importancia de rodar con una perspectiva feminista, sobre todo en las escenas de sexo. Elegantes y donde todo se focaliza en el rostro de la actriz, no en su cuerpo, sino en su cara de gozo y disfrute, todo lo contrario a esa male gaze que, durante décadas, las teóricas feministas y las directoras de cine vienen denunciando.
Sobre el poder, hay algo más interesante en el filme, es la forma en la que está ejecutiva ejerce el liderazgo. ¿Puede haber una manera de ser líder feminista? Parece preguntarnos la película al mostrarnos a un personaje que teme a sus subordinados, que no se enfrenta a ellos, salvo al final. Luego está el tema de la edad y el cuerpo. Con una actriz a la que los medios de comunicación más sensacionalistas han ridiculizado por su aspecto al ir envejeciendo, el filme es también una denuncia a la belleza hegemónica, esa que considera que a los 30 ya estás lejos de ser un objeto de deseo. De ahí que veamos a Nicole Kidman pincharse bótox para parecer más joven, mientras soporta las impertinencias de su hija adolescente. Toda una declaración de intenciones de una actriz que ha dejado en evidencia al festival, al preguntar cuántas directoras había en competición.