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Enrique Rubio, hijo del fundador de Cuadernos Rubio: "Las frases han sido una de las cosas que he cambiado"

El actual director general de Cuadernos Rubio repasa los inicios de la empresa familiar y sus esfuerzos por adaptar el contenido de los cuadernillos a valores e ideas actuales

Cuadernillos Rubio mientras comemos perritos calientes

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Madrid

"Yo era la oveja negra de la familia", dice Enrique Rubio cuando le preguntan sobre su caligrafía, que no describe como bonita. Para su padre, sin embargo, la buena letra era una prioridad en la enseñanza. Ramón Rubio compaginaba su trabajo en banca con la docencia en su propia academia de refuerzo. Tras ver la torpeza con la que se desenvolvían algunos alumnos y, pese a ello, la relevancia de la letra como carta de presentación, decidió fundar Cuadernos Rubio: librillos de caligrafía y cálculo para que los estudiantes mejorasen esas habilidades. "No podía decir a mis amigos a qué se dedicaba mi padre", recuerda Enrique, pues los cuadernillos se convirtieron en los deberes de verano de muchos de sus compañeros.

Cien años después del nacimiento de Ramón Rubio —que alcanzó a ver el éxito de su empresa, pues en los años ochenta vendían casi diez millones de ejemplares anualmente—, es Enrique quien dirige el negocio. "No somos una empresa tan grande porque nuestro producto es económico, cada cuadernillo cuesta 1,50€", dice sobre el estado actual del negocio. Con el paso de los años, han incorporado otros productos a su catálogo, como libros para aprender lettering —caligrafía para un público más adulto— o publicaciones dirigidas a entrenar las capacidades cognitivas de las personas mayores. Así, hoy logran alcanzar alrededor de tres millones euros de beneficio cada año.

Mismo método, valores actualizados

"Hablábamos de religión, de Dios, los niños jugaban con muñecas, los niños jugaban con armas…": así recuerda Enrique Rubio el contenido de algunas de las frases que protagonizaban los primeros cuadernillos. Enunciados como "Los niños buenos van al cielo", "até un hilo a la boca de un autobús" o "jarabe de palo reciben los vagos" estaban seguidos de varios renglones en las que los estudiantes debían repetir sus palabras. "Por aquel entonces, eso era normal", reconoce. Cuando tomó las riendas de la empresa en 1996, se propuso corregir aquellas ideas que no se correspondían con su tiempo y fomentar la enseñanza de valores que consideraba positivos; así, incorporó referencias a cuestiones como el ahorro, el reciclaje o la igualdad.

Aunque su línea de caligrafía era la mejor vendida hasta los años noventa, su popularidad descendió en esta década en favor de la gama dedicada a las matemáticas. Hoy, Rubio asegura que los librillos para mejorar la letra vuelven a ser tendencia. Sobre su recibimiento en otros países, Rubio indica que es interesante ver cómo, incluso en algo tan común la escritura, las culturas son muy diferentes. En México, por ejemplo, se han encontrado con que no es popular el hábito de tener un rato para hacer los deberes en las vacaciones —más cortas que en España— y que en Estados Unidos no hilan las letras, algo que les ha llevado a lanzar una línea con letra de imprenta, con letras separadas. Pese a la progresiva impopularidad de la escritura a mano, se muestran optimistas de cara al futuro y valoran positivamente que la mayoría de sus ventas —el 99%, indica Enrique— sean todavía en formato físico.

 
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