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Los últimos videoclubs de España frente a las plataformas de streaming: "Cuando un videoclub se apaga es una muerte muy dolorosa para la ciudad"

Ficciones, el último gran videoclub de Madrid, anuncia su cierre, mientras que el resto se reinventa para intentar sobrevivir

Los últimos videoclubs de España frente a las plataformas de streaming: "Cuando un videoclub se apaga es una muerte muy dolorosa para la ciudad"

Los últimos videoclubs de España frente a las plataformas de streaming: "Cuando un videoclub se apaga es una muerte muy dolorosa para la ciudad"

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En pleno corazón de Madrid se esconde Ficciones, el último gran videoclub de la capital. Repleto de estanterías con carátulas de películas en todo tipo de formatos e idiomas, el local rezuma historia del cine por cada metro cuadrado. Hoy el mítico establecimiento anuncia su cierre definitivo. Las plataformas de streaming lo asfixian y los números ya no dan.

Marcia Deburo, propietaria de Ficciones, no es la única que ha tenido que tomar esta drástica decisión en los últimos años. Según la Asociación Nacional de Empresarios Mayoristas del Sector Videográfico, en 2021 quedaban en España 300 videoclubs, un 95% menos que en 2005.

Daniel Gascó, propietario del videoclub valenciano de Stromboli, calcula que en 2024 la suma es mucho menor: “Estamos ante un panorama de extinción. Quedan probablemente cien o menos de cien videoclubs siendo optimistas”.

Aurora Depares es dueña de Video Instan, el videoclub más antiguo de España, situado en Barcelona. Cuando su padre lo abrió, en 1980, “la gente iba, alquilaba las películas y las podía tener entre un día y una semana. Si las devolvía tarde, tenía que pagar recargos o alquileres adicionales”, recuerda la barcelonesa.

Ahora, cuenta que los videoclubs funcionan de una manera muy distinta: “Ahora los clientes alquilan películas de manera muy puntual, aunque la mayoría de los socios funcionan con tarifa plana. Pagan 9,95 euros al mes y con eso pueden ver todo nuestro catálogo de 47.000 referencias”.

Las plataformas de streaming, las grandes culpables

Deburo tiene claro aquello que terminó con la época dorada de los videoclubs. Señala a la piratería, pero sobre todo a las plataformas. Frente a los 15.000 títulos que ofrece Filmin o los 18.000 de Netflix, el videoclub de Marcia tiene el triple: alrededor de 50.000 películas y series.

“Con las plataformas lo que ocurre es que hoy tienen una película, pero dentro de una semana la pueden retirar. Nosotros una vez que compramos una película la tenemos para siempre”, añade la boliviana.

No es la única ventaja de los videoclubs. Aurora Depares señala que aunque las plataformas te brindan inmediatez, en el salón de casa “no hay nadie que te recomiende una peli, no puedes venir y hablar con otros clientes sobre qué te ha gustado y qué no… No socializas”.

Apunta también que las plataformas hacen que los miembros de la familia se separen: “Cada uno ve la serie que más le interesa en su dispositivo. La madre en la tele, la hija en la tablet, el otro hijo en el portátil... Pero si coges un DVD del videoclub, solo hay un sitio para verlo. Se crea una rutina bonita”.

Reinventarse para no morir

A pesar de las ventajas, este tipo de establecimientos han tenido que buscar otras líneas de negocio para sobrevivir. “Hay que tener una alternativa. Nosotros somos un videoclub, una sala de cine y un bar, otros son un videoclub y venden merchandising y otros venden chuches”, explica Aurora, refiriéndose a Video Instan.

En el caso Daniel, Stromboli ha crecido fuera del propio local a través de actividades relacionadas con el mundo audiovisual: “Hacemos ciclos y talleres didácticos de historia del cine y de lenguaje cinematográfico”.

Fachada del videoclub Ficciones, en Madrid.

Fachada del videoclub Ficciones, en Madrid.

La muleta que tuvo que coger Marcia nada tiene que ver con el cine. La mayoría de clientes que entran a su local buscan recoger o enviar algún paquete: “Ficciones es también un access point de UPS y GLS y también un lugar donde guardar las maletas”. Reconoce que aunque te va “chorreando un poco de cada cosa y te alcanza para pagar la luz”, ya no puede más.

“No puedo estirar más la cuerda”

Marcia ya ha usado todos sus ahorros. Hace tres años, hizo un crowdfunding que la salvó de cerrar. Ahora, reconoce que no puede “estirar más la cuerda”. Por eso hace un llamamiento a todos los coleccionistas que estén interesados en comprar sus películas: “Son los que más se van a beneficiar de esto. Les pido que se lleven mis joyitas, porque es duro, pero que las pelis queden en buenas manos, a mí me va a hacer feliz”.

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