Maruja Torres desvela cómo vivió el anuncio de Sánchez donde no dimitió: "Hay que acabar con ella"

Madrid

La mañana de autos, mientras esperaba la aparición del presidente del Gobierno, bajé las persianas de mi casa, encendí un led y me apliqué una mascarilla relajante y un deshincha-ojos refrescante. Puse el Canal 24 Horas, no La 1, porque me apetecía sentirme como si viviera en otro país y no en uno en cuya capital Álex de la Iglesia podría rodar hoy 'El día de la Bestia' 2, 3 y la precuela de cómo empezó todo.

Cuando Sánchez dijo que se quedaba me puse a gritar de alivio, pero por precaución lo hice hundiendo la cabeza en un cojín. En Madrid, y pese a las reacciones progresistas de estas últimas jornadas, una ya nunca sabe. Por suerte ese día solo tenía que ir al cercano gimnasio.

Al salir de mis ejercicios, me crucé con un hombre de mediana edad al que suelo ver por el barrio y con el que acostumbro a cambiar alguna frase. Su aspecto es pulido y, cómo decirlo, inteligente. Esta vez se llevó un dedo a la boca y, mirando a ambos lados, como si temiera que le estuvieran espiando, me comentó que este jueves va a haber un crack brutal de la bolsa y que el Gobierno ya está pagando a la Guardia Civil con bonos.

Corrí a mi casa, bajé de nuevo las persianas, encendí el led, me puse una mascarilla perfumada nocturna y, de nuevo en 24 Horas, vi la entrevista con el presidente. El martes escuché la que aquí se le hizo, ya sin mascarilla ni hostias. Y pensé en ese vecino y en la sociedad en la que Sánchez tanto confía, como si todos fuéramos los médicos que se unieron en defensa de la Sanidad Pública y no gente que va a lo suyo, carcomida por el veneno de lo que más le complace escuchar.

Hay que acabar con la Bestia Metafórica con sede en Madrid y tentáculos fuera. Pero confío más para ello en las leyes que en nuestros gremios y sus asociaciones.

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