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Rosas, madroños y la flor del amor

Eduardo Barba se vuelve a meter en un jardín para darnos los mejores consejos para nuestras plantas

El madroño

El madroño (Arbutus unedo) vino a la radio hace un año justo. Venía en una maceta de cinco litros, de un palmo de ancho, más o menos. Lo trasplantamos a este buen macetón y fíjate qué buen desarrollo que ha tenido. Lo sorprendente de este invierno, que es cuando el madroño florece, es que tuvo tres ráfagas de floración: formó una primera, creció un poquito más sus ramas, y sobre esa nueva crecida montó una nueva floración. Y lo mismo hizo con una tercera. ¿Cuál ha sido nuestro secreto? Tan sencillo como, primero, darle un muy buen sustrato de cultivo, a base de compost vegetal con fibras gruesas, para que tenga una buena aireación. Después, programar una serie de abonados a lo largo de este año. Creo que en total habrán sido unos cuatro abonados orgánicos, además del humus líquido que he mencionado antes. Por supuesto, el riego, que no le ha faltado en los momentos más calurosos del año. Y, como siempre, el lugar es el apropiado, con unas cuantas horas de sol directo.

Rosas, madroños y agapantos

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Los frutos

El madroño es una planta que tarda casi un año en madurar el fruto. Florece entre el otoño y el invierno, y madurará el fruto en el próximo otoño e invierno. Es decir, se junta la floración con la fructificación. Si miras una foto de un madroño en flor, verás que también aparece con su fruto a la vez, lo que le hace ser muy peculiar y muy estético, con sus flores blancas y sus frutos rojizo anaranjados comestibles. Ahora en estas fechas primaverales engorda un poquito el fruto, pero luego dejará de hincharlo. Esta tarea de engordar el fruto la retomará con más fuerza justo pasados los calores del verano, para no parar hasta su maduración en el otoño. Un proceso muy bello de observar, también en un macetón en una terraza.

El rosal de flores pequeñas

El rosal ‘Zepeti’ roba la vista estos días, desde luego. El nuestro tiene docenas. Muy pequeñas, como corresponde a la variedad, pero muy llamativas. Los rosales miniatura, que la gente también llama “de pitiminí”, es una planta muy vendida en las floristerías, sobre todo en estas fechas primaverales. Tienen una característica que los hace únicos dentro de los rosales, y es su pequeño tamaño, que no suele pasar de unos 60 a 70 centímetros de altura. Eso los hace muy apropiados para cultivarse en macetas o en jardineras. Acorde con el pequeño tamaño de su porte, también produce unas rosas diminutas, si las comparamos con las de los rosales híbridos de té, por ejemplo. Como este grupo de rosales híbridos, son muy floríferos si cuentan con un buen plan de abonado anual.

¿Cuál suele ser el principal fallo que cometen los compradores de estas plantas?

Pues olvidarse que se trata de un rosal, aunque sea pequeño, y de darle todo lo que necesita un rosal. Lo primero, una buena ración diaria de sol directo. Cuando se compra un rosal miniatura, algo que se suele hacer es dejarlo dentro de la casa, alejado de ese sol. Y, si le da algo de sol directo, lo hará a través de una ventana acristalada, con lo que la intensidad lumínica ya no es la misma que si estuviera en el exterior. Así, el rosal comienza a perder hojas, comenzando por las viejas, que amarillean para ceder la energía a las más nuevas. A continuación, el rosal miniatura suele llenarse de araña roja, que es una plaga que ya hemos visto aquí, un ácaro casi microscópico que deja al rosal agotado. A esto le suelen seguir el aborto de los capullos que traía de la floristería, o, si se abre la rosa, lo hace con menos color del que debiera, por la escasez de sol, de energía lumínica. Por eso, si se compra un rosal pitiminí, lo primero que hay que hacer es trasplantarlo a una maceta o jardinera, para que sus raíces se desarrollen más. Si las raíces se desarrollan bien, la parte aérea (tallos y hojas) crecerán más también. Y darle sol, claro está. De esta forma, el rosal se pondrá tan bonito como este ‘Zepeti’ que tenemos aquí en la terraza.

El agapanto, la flor del amor

El agapanto es una planta irresistible. Es una de las llamadas plantas bulbosas, que, a pesar de ese apelativo, no siempre tienen un bulbo. Este es el caso. El martes pasado tenía una de esas bolsas con la foto de la planta bulbosa que lleva dentro. Lo que le ocurrió a la que traje es que la planta no se había puesto en una maceta en su momento adecuado, y había brotado dentro de la bolsa. Cuando el otro día me pasé por un herbolario para comprar, la mujer me regaló esta planta. Se trataba de un agapanto (Agapanthuscv.), la flor del amor, porque eso es lo que significa en griego su nombre. Tenía las hojas blanquecinas. Serían las mismas hojas blanquecinas que tendría una cebolla que brotara en oscuridad. En cuanto le ha dado el sol esta última semana, las hojas han cargado de pigmentación verde, y esperemos que eche esta inflorescencia blanca tan hermosa. De hecho, aquí tenemos otro agapanto, que casualmente traje hace unas tres semanas. En este caso se trata de la variedad ‘Poppin’ Purple’, que echa unas inflorescencias moradas preciosas, y es muy refloreciente. Es de tamaño pequeño, lo que le hace perfecto para una maceta. Los agapantos enanos y pequeños son muy buenas plantas para la terraza, con floraciones de varios meses incluso.

¿El agapanto resiste el frío?

Sí, es una planta bastante resistente al invierno. En Madrid, con la famosa Filomena, resistió sin problema temperaturas de - 10 °C. Eso sí, como buena planta sudafricana que es, el agapanto es un amante del sol, así que les tenemos que procurar algunas horas de sol directo. Como me recordaba el otro día un colega jardinero, los agapantos no necesitan de mucho espacio en sus raíces para crecer, y le convienen incluso macetas que le vengan un poco estrechas. Esto estimula la formación de flores. De nuevo, es indispensable varios abonados anuales, con una riqueza mayor en fósforo y potasio, lo que le viene genial a todas estas plantas bulbosas que son tan floríferas.

¿En qué colores podemos encontrar las flores del agapanto?

Básicamente, en la gama de los azulados y de los blancos. Dentro de los azulados, a veces tienen tanta intensidad que pasan a ser morados, como este ‘Poppin’ Purple’ nuestro. Los agapantos pueden compartir maceta con otras plantas. Yo los he plantado al lado de algunas de nuestras aromáticas. El rescatado de flor blanca lo he puesto en la misma maceta del romero (Salvia rosmarinus) y del tomillo de olor a limón (Thymus x citriodorus). El agapanto de flor morada, está compartiendo maceta con una planta del curry (Helichrysum thianshanicum).

Eduardo Barba

Eduardo Barba

Eduardo Barba Gómez es jardinero, investigador botánico en obras de arte, paisajista y profesor de jardinería....

 
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