Good bye, Salazar!

Madrid

Se cumplen esta semana cincuenta años de la Revolución de los Claveles, que fulminó la más larga dictadura europea. La agonía del régimen había comenzado siete años antes, cuando Salazar, el viejo dictador, fue a sentarse en una silla y la silla cedió. El golpe en la cabeza fue tan fuerte que, tras ser operado, tuvieron que sustituirlo al frente del gobierno. Nadie, sin embargo, se atrevió a notificárselo y hasta que murió, dos años después, le hicieron creer que seguía gobernando cuando ya no era así. Falsos consejos de ministros, informativos amañados, decretos que firmaba y no llegaban a publicarse...

Sí, esa película ya la hemos visto. Era una comedia y se llamaba Good Bye, Lenin! Es lo que tienen las dictaduras, que, como ya demostró Chaplin en El gran dictador, no pueden esconder su lado más bufo. Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Pinochet...: cualquiera de ellos habría sido un buen personaje para Cantinflas. Campeones de la comicidad involuntaria, serían solo ridículos si no hubieran sido también sanguinarios.

A algunos les acabó llegando su San Martín; a otros, por desgracia, no. Los portugueses, al menos, se libraron de su dictadura de la mejor manera posible, sin derramamiento de sangre y con derramamiento de flores y de canciones.

¡Grandola, vila morena, terra da fraternidade!