20.000 euros para que no vengas

Madrid

Me pregunto qué le hemos hecho los inmigrantes a Europa más que aportarle nuestras vidas, nuestra fuerza de trabajo y nuestros hijos. Yo no soy inmigrante en el sentido estricto de la palabra porque no vine, me trajeron, pero ante el viraje que está haciendo este viejo continente en su trato a los que quieren arribar a esta orilla no puedo evitar sentirme de ellos, otra vez extranjera. Porque cualquiera de nosotros podemos ser esos náufragos que escapan de guerras y hambrunas o de la desesperación que supone no tener futuro.

Los europeos "de toda la vida" han sido esos mismos náufragos muchas veces a lo largo de la historia, pero ya no se acuerdan, ahora en vez de ver en quienes llegan un reflejo de una experiencia propia ven una amenaza que dista mucho de estar basada en evidencias. Sin los inmigrantes este continente no se hubiera reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no hace falta ir tan lejos, sin la población que llega de fuera no habría crecimiento ni progreso. Encima los economistas dicen que los inmigrantes son necesarios, pero les barramos el paso dejándolos en los márgenes, donde pueden ser explotados con más impunidad. Ahí radica la perversión del actual sistema.

Con medidas como la bula de 20.000 euros para no acoger inmigrante se demuestra que la extrema derecha, con su discurso cargado de mentiras y manipulaciones, ni siquiera necesita gobernar para mandar. Muchos duermen tranquilos porque creen que no tienen nada que ver con el retroceso en derechos que acaba de aprobar la Eurocámara. Se equivocan, ahora son los inmigrantes. Mañana puede ser usted.