Aquellas palabras que todos citaban y aquel hombre que las propició

Madrid

Hubo una generación de niños que nos criamos con la radio al fondo y despertábamos muchas mañanas con los padres pidiendo un poco de silencio y subiendo el volumen porque había noticia de un atentado y entonces hablaban los políticos y siempre decían las mismas palabras que uno no entendía bien pero que se repetían siempre. Todos decían todas las veces algo de Ajuria Enea, del pacto de Ajuria Enea que auspició José Antonio Ardanza.

Ajuria Enea es la sede de la presidencia del gobierno vasco, el palacio de Vitoria donde el 12 de enero de 1988 se firmó el pacto en el que estaban el PNV, Euskadiko Ezkerra, el PSE, Alianza Popular, el CDS y Eusko Alkartasuna, que estuvo a punto de no firmar, pero firmó después de 50 horas de negociación. Estaban todos salvo Herri Batasuna. Fue el gran pacto contra el terrorismo. Más que eso, el pacto contra la legitimación política del terrorismo. Aquel mismo año 88 lo explicaba en el Congreso Iñaki Anasagasti.

Un pacto contra quienes cooperaban y daban las coartadas. Porque no era sólo contra ETA, sino contra sus legitimadores y cómplices. Para entender aquel 12 de enero del 88 en Ajuria Enea hay que entender aquel país y aquellos años de plomo. España venía de dos atentados que conmocionaron la memoria colectiva del país. El 19 de junio del 1987, ETA mató a 21 personas en un Hipercor de Barcelona.

Aquel mismo año, el 11 de diciembre, ETA mató a 11 personas, entre ellas 5 niñas, en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. ETA respondió con un coche bomba a las conversaciones que se estancaban en Argel con el gobierno de Felipe González. Y al pacto que, un mes antes, se había firmado en el Congreso: el llamado acuerdo de Madrid contra el terrorismo. Ardanza estuvo también en el impulso de aquello -unir partidos contra los terroristas-, que fue prólogo de lo que él mismo presentaría meses después en Ajuria Enea.

Un acuerdo político para que tuviera un efecto social, esa fue la clave de un acuerdo que apartó a Herri Batasuna. Una foto de unidad cuando más difícil resultaba. Pocos días después, ETA anunció una tregua de sesenta días. La rompió antes, con el secuestro del empresario Emiliano Revilla. Porque aquellas eran las noticias con las que despertaron varias generaciones de este país: matanzas y secuestros y voces políticas que apelaban a un acuerdo que era un espíritu, el de Ajuria Enea.

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