Fotografía

Madrid

La fotografía es uno de tantos inventos modernos bautizados con viejas palabras. Si Platón levantase la cabeza tardaría menos en entender el término que en sacudirse la sorpresa por el prodigio. Porque el neologismo se construyó hace siglo y medio uniendo dos raíces griegas, photos (luz) y graphein (grabar, escribir), así que una fotografía sería lo grabado, lo escrito con la luz. La primera que conocemos se tomó sobre los tejados de París en 1827 y quedó inmortalizada en una placa recubierta de betún tras ocho horas de exposición. No es extraño que un siglo más tarde llamasen instantáneas a las nuevas fotografías tomadas con modernas cámaras.

El neologismo fotografía llegó al diccionario en 1869, junto al sustantivo fotógrafo y al adjetivo fotográfico. Quince años después (1884) llegaron a la familia el verbo fotografiar y el adverbio fotográficamente. Mucho más tardaron los académicos en nombrar el oficio en femenino. Fue en 1984 cuando las fotógrafas, que ya habitaban en el oficio, llegaron al diccionario. Y ya en este siglo, el diccionario recogió también los términos fotoperiodista o fotorreportero, usado en América, para nombrar con precisión a quienes hacen periodismo con sus imágenes. Y hay que volver a la etimología para aclarar que la fotofobia, aunque pudiera ser, no es la fobia a las fotos, sino a la luz. Y que la fotogenia no es la cualidad que tienen algunos genios, que los hay, para sacar buenas fotos, sino la que tienen algunos afortunados, genios o tontos, agraciados o no, para salir bien en las fotos.

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