Gastro
BOCADOS LITERARIOS

Del corro de la patata a la picardía del pulgar: una primera educación gastronómica

Nuestros juegos y canciones infantiles estaban llenos de cosas de comer

Paloma Díaz Mas | Una primera educación gastronómica

Paloma Díaz Mas | Una primera educación gastronómica

Madrid

"Al corro de la patata, comeremos ensalada, naranjitas y limones, lo que comen los señores. ¡Achupé, achupé, sentadita me quedé!".

Nos enseñaban nuestros padres —y, sobre todo, nuestras madres, principales preservadoras de la tradición oral— cuando éramos pequeñas. La retahíla tenía como principal finalidad estimular nuestra motricidad, ya que se decía formando un corro que giraba y acabábamos agachándonos todos al enigmático grito de "¡achupé!". Pero éramos muy chiquitinas y, al tiempo que aprendíamos una coreografía de movimientos, íbamos también recordando nombres de alimentos: patatas, ensalada y naranjitas y limones. Unos alimentos muy comunes, que se dignificaban educativamente recordándonos que eran "lo que comen los señores", así que no había que despreciarlos.

Otra retahíla evocaba el proceso de adquisición, preparación y consumición de un alimento. Un adulto iba señalando cada uno de los dedos de nuestra mano, desde el meñique hasta el pulgar:

"Este [el meñique] compró un huevo, este [el anular] fue a por leña, este [el corazón] encendió el fuego, este [el índice] frió el huevo y este pícaro gordito [el pulgar] se lo comió todito".

Años después, ya adulta, aprendí la retahíla que en Cataluña recitan los niños al tió de Nadal, el tronco de leña semicubierto por una manta que produce por su trasero los regalos en la noche de Navidad. La retahíla proviene de tiempos en los que los regalos no eran juguetes, sino, más modestamente, alimentos que solo se comían de vez en cuando, en ocasiones festivas: almendras y turrones o, en otras versiones, mel i mató, es decir, miel y requesón; manjares necesariamente dulces, y por eso en algunas versiones se le advierte al tió que no se le ocurra producir arenques, demasiado salados y, probablemente, demasiado habituales en la dieta cotidiana:

"Caga, tió, ametlles i torró; no caguis arengades que són massa salades: caga torrons, que són més bons".

Pensándolo bien, nuestros juegos y canciones infantiles estaban llenos de cosas de comer. Formaban parte de nuestra primera educación gastronómica.

Jugando al corro de la patata. / Catherine Falls Commercial

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