Turullu

Madrid

Hay algunas palabras clave que delatan nuestra ignorancia minera cuando las usamos. Una es llamar ascensor a la jaula; otra, llamar sirena al turullu. En castellano, turullo. En origen, el turullu era el caparazón de un marisco que, roto por su punta, los pescadores usaban en el mar, o el cuerno de un animal con el que los pastores llamaban al ganado. Y posiblemente el sonido que producían estas bocinas naturales es el que inspiró esta palabra onomatopéyica. Más tarde, el turullu llegó a la mina.

En los pozos mineros el turullu marcaba el ritmo de la normalidad, señalando el comienzo y el final de cada turno. Pero cuando sonaba a deshoras, la comarca sabía que algo había sucedido. Y si el sonido intempestivo se repetía, se atisbaba la tragedia. Si unos minutos depués sonaba el teléfono o alguien llamaba a la puerta de casa, no hacía falta que nadie dijese nada: la familia sabía que el padre, el hermano o el marido no regresaría. Aquí hay un memorial que recuerda a 540 mineros de Hunosa que perdieron la vida en diferentes pozos. En el Pozo Sotón, el último minero muerto, el 29 de enero de 2005, fue Celso Fernandez Coto. Ese día fue el último en que el turullu sonó a destiempo.