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Belle Oscar

Este jueves, 21 de marzo, se han cumplido 30 años del Oscar que ganó Belle epoque, la película de Fernando Trueba.

Fernando Trueba y Andrés Vicente Gómez con el Oscar ganado por Belle Epoque

Belle Epoque nació como una excusa para que tres amigos, los directores Fernando Trueba y José Luís García Sánchez y el guionista Rafael Azcona, se reunieran a comer un día a la semana. Entre plato y plato los tres iban imaginando la historia. “Esta película empezamos a escribirla por amistad, por el placer de estar juntos, sin tener una fecha. Nadie estaba esperando el guion. Nadie nos había contratado para escribirlo y nosotros no sabíamos si se iba a hacer la película. Era un juego entre tres amigos y yo creo que parte de la vitalidad y el espíritu que tiene la película reside en cómo fue escrita”, explica Fernando Trueba.

Bella época e inolvidable es la que vive durante la primavera de 1931 el personaje interpretado por Jorge Sanz, un joven que ha desertado del ejército y que es acogido en casa de un viejo pintor anarquista al que da vida Fernando Fernán-Gómez. En aquella casa el protagonista va a encontrar un verdadero sueño: cuatro mujeres adorables, divertidas y sensuales que son las hijas del pintor. Cuatro hermanas que van cayendo una a una rendidas a sus pies. Un papel que ni pintado para Jorge Sanz que por aquel entonces y gracias a películas como Amantes, Orquesta Club Virginia o Si te dicen que caí se había convertido en una especie de sex-simbol masculino del cine español.

El principal acierto de Fernando Trueba fue reunir para la película al mejor reparto posible. En él se daban la mano varias generaciones de actores. Veteranos como Fernando Fernán-Gómez o Agustín González. Jóvenes ya consagrados por entonces, como Jorge Sanz o Maribel Verdú. Y nuevos rostros que en aquellos años venían pisando fuerte, como Ariadna Gil o Penélope Cruz. “Una cosa que influyó es que hubo muy buen ambiente en el rodaje. Fue muy divertido y nos llevamos muy bien y salieron muchas cosas espontáneas y muy de verdad”, recordaba Penélope Cruz. Y es cierto. Durante el rodaje de Belle epoque se consiguió una magia que pocas veces se da: que todos, actores, director y equipo, se sintieran parte de una familia, conectasen en la misma sintonía y acabaran siendo amigos. “Imagínate. Fueron casi dos meses todo el día juntos; viviendo en una casa todos los actores. Todas las noches, después de cenar, nos íbamos al ambigú de la casa y montábamos cada una con Gabino Diego tocando la guitarra y cantando”, contaba Maribel Verdú. El lugar donde se rodó la película también tuvo mucho que ver con el buen ambiente que se creó. Fernando Trueba necesitaba para contar su historia un lugar idílico, un paraíso fuera del tiempo, y lo encontró en Portugal en un caserón colonial rodeado de colinas y viñedos.

Penélope Cruz, Jorge Sanz, Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroca y Ariadna Gil, protagonistas de Belle Epoque de Fernando Trueba

Desde el principio Belle epoque fue una película con el viento a favor. Primero fue seleccionada para el festival de cine de Berlín. Poco después arrasó en los Goya, llevándose nueve premios y se convirtió en una de las películas más taquilleras y apreciadas del cine español de la década de los 90. “¿Por qué hizo la película tanto dinero?”, se preguntaba Fernando Trueba. “No lo sé. Si lo supiera podría patentar; registrar y vender la fórmula. Yo creo que cuando las películas hacen dinero, siempre es un milagro y es maravilloso, sobre todo porque quiere decir que ha habido gente a la que le ha gustado y que se lo ha pasado bien”, se contestaba el director.

El colofón fue la nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, una aventura que los que formábamos en la SER el equipo del programa “El cine de Lo que yo te diga” vivimos también con emoción. Los días previos a aquel 21 de marzo de 1994 Fernando Trueba viajó a Los Ángeles con varios de los protagonistas de la película. Belle epoque competía por el premio con tres filmes orientales y uno británico: Adiós a mi concubina, película china dirigida por Chen Kaige; El banquete de boda de Ang Lee, representando a Taiwán; la película vietnamita El olor de la papaya verde y la película galesa Hedd Wyn. En casi todas las quinielas Adiós a mi concubina aparecía como la principal favorita para llevarse el Oscar.

El día de la ceremonia Fernando Trueba estaba hecho un flan. “En un momento de la ceremonia hubo un momento muy cómico y es que coincidimos en los servicios Ang Lee y yo, y nos miramos y él me dijo: esto es horroroso. Y salimos del servicio dándonos ánimo el uno al otro”, recordaba el director español. Eran casi las cinco de la mañana en España. La mayoría de los españoles aún dormían, pero algunos, los más aficionados al cine, cruzaban los dedos ante el televisor o el aparato de radio. Anthony Hopkins abrió el sobre con lentitud y los segundos de suspense se hicieron eternos hasta que pronunció las palabras: “And The Oscar goes to… Belle Epoque.

Mientras nosotros lo celebrábamos en la radio, Fernando Trueba se puso en pie. Por la mañana se había afeitado la barba que llevaba desde hacía cuatro años, quizá como un presentimiento de que aquella noche tendría que dar la cara. El productor Andrés Vicente Gómez mostraba una sonrisa de oreja a oreja, pero el director estaba serio y pálido, casi podíamos decir que noqueado. “No me acuerdo cómo conseguí llegar hasta ahí”, rememoraba. “En el momento no te das cuenta. Yo estaba como aturdido. Todavía no me explico cómo conseguí hablar”. Pero sí que habló. “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero solo creo en Billy Wilder, así que gracias, Míster Wilder”, fue lo que dijo. Aunque el discurso estaba ensayado, sus palabras sonaron sinceras y espontáneas y el público lo celebró con risas y aplausos. En su casa Billy Wilder reía más que nadie. Al día siguiente Fernando Trueba habló por teléfono con él. “Al coger el teléfono me dijo: soy Dios. Desde que has dicho eso, la gente se arrodilla a mi paso por la calle”.

En el anfiteatro del Dorothy Chandler Pavilion la troupe completa de Belle epoque hacía realidad el tópico de la pasión española. Hubo gritos, abrazos y lágrimas entre Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroca y Gabino Diego. “Hemos montado un número. Hemos quedado como unos paletos”, sentenciaba Gabino Diego. Aquel día, hace ahora treinta años, el cine español conseguía el segundo Oscar para su colección, tras aquél de José Luis Garci, logrado más de diez años antes con Volver a empezar.

 
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