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'La Tribuna', una novela social en el inicio del naturalismo

La tercera novela de Emilia Pardo Bazán, gran exponente del naturalismo español, es un retrato social del mundo obrero femenino

‘La Tribuna’, una novela social en el inicio del naturalismo

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Emilia Pardo Bazán nació en A Coruña en 1851 y murió en Madrid en 1921. Colaboró con revistas y periódicos, redactó ensayos, artículos, crónicas de viaje, cuentos y novelas en una carrera literaria realmente prolífica. Impulsó en España el naturalismo francés. Es la autora de 'Los Pazos de Ulloa', 'La madre naturaleza' o 'Insolación'. 'La Tribuna' se publicó en 1882. Podríamos decir que es una novela social, porque cuenta el trabajo de las mujeres a finales del siglo XIX pero contiene también una historia de amor con clases enfrentadas. Es un disfrute como cuenta la historia y la cantidad de personajes secundarios que le dan color. Es comprometida, sorprendente, divertida a ratos y triste a veces.

'La Tribuna' es la tercera novela de Emilia Pardo Bazán, escrita en 1882. Estos primeros años del decenio de 1880 fueron decisivos para la autora en particular y para la novela española en general. La obra fue escrita al compás de los primeros debates sobre el naturalismo y pocos meses antes de la aparición de los artículos publicados por Emilia Pardo Bazán en el diario madrileño La Época que fueron recogidos en libro en junio del mismo año, con el título de 'La cuestión palpitante'. La coincidencia en el tiempo entre la novela y uno de los textos más emblemáticos de la difusión del naturalismo en España no es casual aunque el narrador de 'La Tribuna' está más cerca del narrador ­cronista, característico del realismo galdosiano y balzaquiano, que de la impersonalidad narrativa del naturalismo.

Dice Emilia Pardo Bazán: “La Tribuna' la escribí con pasión artística, empleando en su preparación un sistema muy poco usual entonces en España y ya en Francia adoptado con frecuencia por los maestros del realismo: el sistema de la observación detallada y del verdadero análisis del modelo vivo en todos los momentos interesantes de su vida, y sobre todo en el medio ambiente en que se mueve y cuya influencia naturalmente contribuye a su evolución personal. Durante días fui a la fábrica de Tabacos de La Coruña, para examinar a las obreras, y eso causaba extrañeza por la persistencia con que yo lo hacía. La Tribuna es una novela algo brutal, por lo mismo que es un estudio veracísimo".

Sin llegar a ser una verdadera novela social, porque la autora en el aspecto sociopolítico no profundiza suficientemente y se limita a pintar lo más cortical y anecdótico e incluso esperpéntico de la septembrina, logra en algunos capítulos una interesante dialéctica entre la pasión por la libertad, más personal que de clase, encarnada en la protagonista, y el conservadurismo reinante en determinadas esferas de la sociedad marinedina –a las que pertenecía la propia autora– refle­jada en la novela (Marineda es como Emilia Pardo Bazán llama a La Coruña en algunas de sus novelas). Dialéctica entre evolución y reacción que en algunos momentos parece decantarse por la evolución debido al entusiasmo político de Amparo ante el advenimiento de la República federal.

'La Tribuna' resulta un texto muy atractivo como testimonio histórico y excepcionalmente moderna por el protagonismo obrero femenino. Es el primer relato español de protagonismo obrero, y más específicamente femenino, y ello dota al texto de una significación singular en el último tercio del siglo XIX. La caracterización de Amparo, honrada trabajadora de la Fábrica de Tabacos, mujer valiente y decidida, orgullosa e independiente, católica pero a la vez federalista, republicana y feminista, la convierte en un símbolo cercano a la imagen que de la libertad podía tener el lector del siglo XIX. El personaje de Amparo, a medida que avanza la novela, adquiere una dimensión simbólica que sin duda su autora buscó conscientemente y que debió de resultarle sumamente grata, dadas sus conocidas ideas feministas.

Emilia Pardo Bazán muestra un talento singular como pintora de ambientes, que plasma con vigorosa verdad y con un extraordinario colorido. Su afición por el color, su capacidad para pintar con palabras, describir, adquiere verdadera fuerza y maestría en algunos de los capítulos de la novela. La huella de la caracterización tópica del naturalismo es perceptible en algunos personajes secundarios de la novela, como en el caso de Chinto, caracterizado siempre de forma expresionista, con rasgos físicos un tanto animalizados y poniendo en evidencia hasta qué punto el origen campesino actuaba como un estigma en su personalidad primitiva y a veces algo brutal, aunque con grandes virtudes humanas, como su honradez y generosidad.

 
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