El secreto de María, la mujer más longeva del mundo: "Cómo llegar a cumplir 117 años sin ninguna enfermedad grave"
Hablamos de supercentenarios con Manel Esteller, director del Instituto de Investigación Josep Carreras, que investiga el caso único de María Branyas, la persona con más edad del planeta. "La edad de sus células es 14 años inferior a la que marca su DNI"
El secreto de María, la mujer más longeva del mundo: "Cómo llegar a cumplir 117 años sin ninguna enfermedad grave"
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María Branyas, nacida en San Francisco y de ascendencia catalana, celebra hoy su cumpleaños número 117. Y lo hace desafiando las estadísticas demográficas y ostentado el récord de ser la persona viva con más edad de todo el mundo. Aprovechando su aniversario, hemos invitado a La Ventana a Manel Esteller,director del Instituto de Investigación Josep Carreras y que desde hace ocho meses realiza un estudio sobre María en busca de pistas que permitan desentrañar el secreto de su extraordinaria longevidad. "Nos falta ahora digerir toda la información que estamos hallando pero ya sabemos muchas cosas. Por ejemplo, que María ha llegado a sus 117 años sin ninguna enfermedad grave. En la actualidad sólo tiene algunos problemas de audición y en las articulaciones. El único reproche que pueden hacerle sus médicos es cierta afición a los azúcares, "que evidentemente le perdonamos", nos ha contado el doctor Esteller". Pero descontada esa derivada golosa, María apaga sus 117 velas sin haber sufrido cáncer, superarando el pico que suele darse a partir de los sesenta años, tampoco enfermedades cardiovasculares muchas veces silentes pero que minan la salud y la esperanza de vida y tampoco ha sufrido demencias. "También sabemos que sus cromosomas están al límite y que en sus células hay varias mutaciones, lo que confirma que es posible vivir con ellas. Además, hemos constatado por el estudio de su metabolismo que en sus microbios hay presencia elevada de bacterias asociadas a la leche y los yogures, alimentos que le gustan mucho".
Todos esos parámetros y algunos otros configuran una disonancia poco frecuente pero que en el caso de María, que por cierto tampoco ha fumado nunca, es muy significativa. Su edad biológica, la de sus genes, es de 103 años, 14 menos de los que marca la fecha de nacimiento en su DNI. "Eso la convierte en una excepción, un milagro diario, del que podemos y debemos aprender muchas cosas. Entre esas cosas, por ejemplo, observando si tiene elevadas determinadas proteínas, eso podría proporcionar información valiosa para diseñar fármacos efectivos contra distintos aspectos del envejecimiento".
Con todo, y aunque la esperanza de vida sigue aumentando, el reto es ahora que esos años de más lleguen en buenas condiciones de salud. "Hay unos límites cromosómicos digamos que sitúan el horizonte viaje de longevidad humana en los 120 ó 125 años. Más allá de eso habría que adoptar estrategias más drásticas, basadas en tocar el adn que no se han experimentado en humanos, añade Manel Esteller.
"La mayoría de las personas centenarias siempre han estado muy activas, de cuerpo y de cabeza. También tienen relaciones familiares y sociales ricas"
Pero no todo son los genes. Tener unos padres o abuelos que hayan llegado a centenarios puede darnos más probabilidades de llegar a los tres dígitos, pero luego está lo que hagamos con nuestras vidas, o dicho de otro modo, cómo el medio ambiente que nos rodea, nuestros hábitos y experiencias se relacionan con nuestros genes. Y eso puede reforzar esas buenas cifras estadísticas o, por el contrario, reducirlas. Y ahí entran otros análisis desde la ciencia social, como el que realiza Juan Manuel García Gónzález, profesor del Departamento de Sociologia de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y demógrafo investigador en longevidad. Su grupo de investigación ha entrevistado a una treintena de centenarios mediante extensas entrevistas cara a cara para encontrar otras pistas de longevidad más allá de la biología.
Y entre los hallazgos de esa investigación hay algunos patrones que se repiten. "Uno de los más significativos es el grado de actividad que han tenido estas personas a lo largo de su vida y sobre todo a partir de alcanzar la edad téorica de jubilación. Por lo que nos cuentan son personas que han vivido precariedad, penurias, han sufrido una guerra, dos dictaduras, unas condiciones materiales no fáciles, pero que coinciden en una cosa: no hay parado de hacer cosas, no se han quedado quietos ni de cuerpo ni de cabeza. Son personas que se mantienen activas, con ganas de hacer cosas, que leen, cosen, hacen actividades de ocio, etcétera".
Otro aspecto que remarca Gómez González es el hecho de que la mayoría tienen importantes lazos sociales. "Son personas que han tenido y mantienen relaciones familiares o de amistad de cantidad y de calidad. Cuentan con una arquitectura social que les apoya y en sus familias han desempeñado un papel central, ha sido personas necesarias. Además, al llegar la jubilación han mantenido esas ilusiones, puede que ahí radique parte de su ventaja evolutiva", añade.
Una de las preguntas que les hacían en el estudio era por sus planes para los próximos años y la mayoría tenía un planteamiento optimista, les hacía ilusión ver crecer a sus bisnietos o hacer cosas que hasta el momento no habían hecho. "Mostraban una resiliencia brutal ante la muerte, por ejemplo, la tenían muy normalizada y no la vivían con miedo"-